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Honduras
sábado, abril 19, 2025

Voto en blanco, voto nulo o abstenerse

Honduras, plagado de corrupción, narcotráfico, oportunismo, nepotismo, entre otros aspectos que día a día, a la vista y paciencia de todos los poderes del Estado de Honduras, se mina, debilita, atomiza, vulnera y se corre el riesgo de terminar con la democracia, ser declarados Estado fallido, nos aproximamos a unas elecciones internas, donde vemos los mismos actores y actrices reírse del pueblo hondureño, en su mayoría bajo línea de la pobreza, sin educación, salud, alimentos, ni comida.

Ahí disculpen por sacarlos un ratito de su burbuja, pero es la realidad de más de la mitad de los casi diez millones de hondureños que radican en el país. Entonces, los jóvenes que son pensantes se plantean ¿a quién darle el voto? A mí me han hecho esa pregunta y mi respuesta es limitada; no hay por dónde pasar con este “menú” de personas que debería escribir en su propaganda publicitaria: “Ando buscando un empleo, vote por mí, porque no sé cómo trabajar decentemente”.

De los actuales políticos que están deseando ser electos o reelegirse como diputados, alcaldes y presidente, vemos cómo la ambición los desborda. La mayoría tiene varios periodos ocupando cargos públicos; obviamente, el país va cuesta abajo, sin oportunidades para la mayoría. Nuevamente pido disculpas por sacarlos de su burbuja.

La realidad para millones de hondureños es que nunca saldrán de la miseria, mientras los políticos que antes tenían un carrito normal ahora andan con sus guardaespaldas y vehículos blindados.

Ninguno de estos seres son empresarios, no generan empleo, son una especie de parásitos que viven del dinero del Estado de Honduras y quieren mantenerse así por “secula, seculorum”. Para otros es como ganarse la “lotería”, “el premio gordo”, el premio mayor “el power ball”. Esto de la política en Honduras es como un juego de roles (role playing): unos dicen “yo represento la izquierda revolucionaria”, otro dice “yo la derecha conservadora”, pero lo que realmente nos están diciendo es “déjeme llegar para hacerme rico y famoso a costillas de ustedes”.

Entonces, si no ejercemos el sufragio, ¿qué pasará? Pues realmente, si usted decide no asistir a votar, quizás usarán sus datos de manera fraudulenta (ya ha pasado en elecciones anteriores).

Si vota en blanco, quizás alguien más llene la papeleta y si lo hace de manera que lo declaren nulo (quizás quede en las estadísticas de los votos nulos). En una democracia sana, lo ideal es tener primero personas que merezcan postularse, íntegras, honestas, sin vínculos con fraudes, crímenes, tráfico de drogas, con educación profesional y cívica, etc.

Pero aquí ya sabemos que “el que tiene más galillo traga más pinol”. Si usted decide ir a votar, es una persona con la esperanza puesta en la democracia a través del sufragio; pues acuda a las urnas, nadie le dirá que no, pero si no quiere atender el llamado patriótico, no vaya, dése un “break” y piense hacia dónde va este país, pero recuerde que la ley indica que es deber del ciudadano elegir y ser electos.

¿Qué ganan los que participan como candidatos? ¿Quién les paga esas campañas? Nadie invierte tiempo y dinero, especialmente en este grupo de personas, si no recibe algo a cambio; no son las monjitas de la caridad, ¿verdad? La democracia se fundamenta en gran medida en el sufragio, pero cuando este solo nos ofrece lo peor a cambio de nada, ¿merece la pena? Usted es libre de decidir y cuestionar también la forma de hacer “democracia” al servicio del “peor” postor.

En medio del sinsabor de esta clase política fallida (con algunas contadas excepciones de personas que desafían el denominador común), debemos abrazar la esperanza, algo extraño: en medio de la tempestad, buscar la calma.

Esta bella música que todavía suena, nos recuerda el amor patrio que necesitamos rescatar: “Para quererte el corazón mío no alcanza, pero esta luz multiplica la esperanza, en que la selva no combata al fuego sola y que la espina se convierta en brassavola. Suenen la guitarra y la marimba, las maracas con el acordeón, que suenen la flauta y la caramba, suenen el tambor y el caracol…” (Letra y música del gran Guillermo Anderson)

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