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Honduras
martes, abril 22, 2025

Violencia política

 

El reciente atentado contra el ex-presidente Donald Trump en un evento de campaña en Pennsylvania nos recuerda la fragilidad del tejido político y social, expone la violencia física que puede surgir en el ámbito político, y coloca en primer plano el rol insidioso del lenguaje violento en la exacerbación de las tensiones y los conflictos. El discurso político, que debería ser un espacio para la deliberación racional y la resolución pacífica de diferencias, está ahora contaminado por una retórica incendiaria que fomenta el odio y la división. Este fenómeno no es exclusivo de los Estados Unidos, sino que se presenta en muchos países, incluyendo Honduras.

La normalización del lenguaje agresivo y despectivo crea un ambiente en el que la violencia se percibe como una respuesta legítima a las diferencias ideológicas, teniendo un campo de batalla particularmente caótico en las redes sociales que, con sus siniestros algoritmos, le meten más leña al fuego. Las palabras no son inocuas; tienen el poder de inspirar, de movilizar, pero también de incitar al odio y a la violencia. La exposición continua a un lenguaje violento tiende a desensibilizar a las personas y reducir su empatía hacia los grupos o individuos que son blanco de ese lenguaje, convirtiéndose en un precursor de la violencia.

En los Estados Unidos la retórica belicosa es ahora un elemento distintivo en la arena política, sin que ningún sector pueda alegar inocencia, tanto Demócratas como Republicanos incurren en este comportamiento, que crea un caldo de cultivo para actos como el ocurrido el fin de semana contra Trump. Ahora habrá que vigilar si ese atentado orilla a los políticos a moderar su discurso o, por el contrario, es apenas el inicio de una espiral violenta que terminará sacudiendo los cimientos sobre los cuales reposa esa democracia.

En Honduras la violencia es un problema endémico, exacerbado por factores socioeconómicos, criminalidad y conflictividad política. En este contexto, es importante reconocer el impacto del lenguaje violento en la perpetuación de un ciclo de agresión y hostilidad. Si aspiramos a una sociedad más pacífica, es imperativo que nuestros líderes políticos, medios de comunicación y ciudadanos en general adopten un discurso que fomente el respeto y la comprensión mutua, que valoren el disenso respetuoso y que rechacen la diatriba.

Como hemos comentado en otros artículos, un debate político civilizado no implica la ausencia de desacuerdos, sino la capacidad de expresar y confrontar esas diferencias de manera constructiva y respetuosa. La pluralidad de ideas y la deliberación racional son pilares fundamentales de una democracia saludable. Sin embargo, estos principios se ven socavados cuando el lenguaje violento se convierte en la norma, erosionando la confianza y la cohesión social. Debemos fomentar un ambiente en el que el desacuerdo se maneje con respeto y en el que el debate se base en argumentos y evidencia, no en ataques personales. Solo un esfuerzo colectivo por elevar el nivel del discurso político podrá producir una sociedad más pacífica, democrática, ordenada y humana.

Sobre el particular, nos han parecido particularmente interesantes las palabras del ex Primer Ministro del Reino Unido, Rishi Sunak, en su primera intervención ante el Parlamento como miembro de la oposición: “Comienzo felicitando al Primer Ministro por su victoria electoral. Al asumir esa formidable tarea, él y su familia merecen los buenos deseos de todos nosotros en esta Cámara. En nuestra política podemos argumentar vigorosamente, como lo hicimos el Primer Ministro y yo durante las últimas seis semanas, pero aun así respetarnos mutuamente, y cualesquiera que sean las disputas que podamos tener en este Parlamento, sé que todos en esta Cámara no perderán de vista el hecho de que todos estamos motivados por nuestro deseo de servir a nuestros electores y a nuestro país, y de promover los principios en los que creemos.”

Continuó Sunak: “Es importante que, después de 14 años en el gobierno, el partido Conservador se reconstruya, por lo que ahora asumiremos el papel crucial de la oposición oficial de Su Majestad de manera profesional, efectiva y humilde. Restaurar la confianza comienza con recordar que estar aquí es una oportunidad para hacer lo que aquellos a quienes servimos esperan de nosotros. En nuestro caso, eso significa exigir cuentas al nuevo Gobierno. Nuestra democracia es poderosa y, como hemos presenciado, puede ser definitiva, pero sé que esta Cámara, fiel a sus mejores tradiciones, hará que el Ejecutivo rinda cuentas.”

El Reino Unido no es perfecto, allá también existe mucho discurso político cuestionable, pero prevalece su tradición de debate ilustrado y con el bien común como objetivo final, exigiendo rendición de cuentas sin necesidad de injuriar a los opositores. En última instancia, la responsabilidad recae en todos nosotros. Adoptar un discurso de respeto y civilidad no solo es una cuestión de ética política, sino una necesidad imperante para la estabilidad y la convivencia pacífica en nuestras sociedades.

Por: Rodolfo Dumas Castillo

Correo: [email protected]

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