28.8 C
Honduras
miércoles, julio 3, 2024

Un mundo donde todos caben

A pesar de que la paz es uno de los bienes más preciados de la humanidad, existen fuerzas poderosas que luchan denodadamente por mantener la guerra, propiciar el odio y hacer de la inquina, el centro nuclear de la política. Hay fuerzas del mal que ostentan nombres y apellidos; figuras reputadas que incitan a las nuevas generaciones a propagar la muerte, en nombre de la Madre Patria, de la justicia, la historia, la raza, las ideologías o los sufrientes. Tras todo el discurso de división social, se esconde la substancia que propicia la desafección y la tirantez, a saber: los negocios, los recursos y el poder.

En tiempos antiguos, cuando no existían los códigos que hoy día invitan a la concordia de los pueblos; en ausencia de reglas para establecer diálogos y el orden, las hordas salvajes arrasaban campos y ciudades, ahí donde el vergel y el pastoreo representaban el sustento de millones de seres humanos. Aquellas manadas de guerreros desalmados -como los hunos- no consideraban las estimaciones punitivas, ni tenían más consciencia que la que dictaba la supervivencia de su raza trashumante, desparramada a lo largo de las estepas asiáticas.

Fueron las mismas intenciones, en esencia, las que movieron a los musulmanes de Tarik a invadir la España de don Rodrigo, a los cruzados a desgarrar la cultura musulmana, y a los invasores españoles a desbaratar el universo de los pueblos de la América colonizada.

Hoy en día, aunque algunos historiadores quieran negarlo, las cosas siguen el mismo curso de supresión humana y de violencia contra el otro diferente. El conflicto es la rueda de la muerte y, en algunos casos, de la historia. Hoy en día, también, hay quienes apelan al conflicto como una forma de activar el dínamo del progreso -o el progresismo-, echando mano de la lógica aristotélica, la racionalidad kantiana, la dialéctica hegeliana o, mejor aún, la marxiana. En nombre de ellas, los exégetas y los pirómanos adoctrinados, los antiliberales económicos -pero liberales de la contracultura-, pretenden instalar un mundo de igualdad a costa de la eliminación de los que disienten de sus posturas ¡Vaya ironía!

Los odios reproducen más odios. Entendemos que la carretera de la virtualidad, por ejemplo, es una democracia de acceso universal, pero lo que vemos es una tiranía generalizada de la proscripción, del destierro del otro diferente, de la intimidación genérica. Son los hunos de hoy. Así no se puede tender puentes de fraternidad, ni consensos ni equilibrios de la tolerancia, si apelamos a lo que nos dicen sus discursos. Yo creo que no quieren tal cosa.

¿De dónde sale tanta discordia que nos invade? En un mundo dividido, unos pocos ganan; en un mundo de armonía, esos pocos pierden sus negocios personales -políticos, laborales, sexuales y otros indignos de mencionar-. Así que no perdamos las esperanzas, ni pretendamos ignorar lo que sucede a nuestro alrededor. Contener las hordas del mal, las cruzadas nacionalistas, la violencia ideologizada, es un acto que debe nacer en nuestra propia consciencia, que invade nuestra voluntad y que nos compele a la acción. Porque los odios se intensifican cuando callamos e ignoramos su potencial destructivo.

No olvidemos que en este mundo “todos cabemos y nadie sobra”, como dice un eslogan de la Universidad Católica de Chile.

- Publicidad -spot_img

Más en Opinión: