¿QUÉ explica ese fenómeno que priva a muchos de la capacidad de razonar inteligentemente o de analizar las cosas con mente despejada? Una consulta sobre el particular es ilustrativa: “La tontería en ciertas personas y la incapacidad para pensar con claridad pueden explicarse desde diversas perspectivas psicológicas, filosóficas y sociológicas”. “Una causa común es la “cognición sesgada”, donde la mente interpreta la realidad de acuerdo con creencias preconcebidas o prejuicios”. “Estos sesgos limitan la apertura mental y generan un enfoque estrecho, impidiendo una visión más amplia y desapasionada de los hechos”. “La “disonancia cognitiva” –según los diagnósticos clínicos– hace que el paciente, ante la incomodidad de enfrentar ideas que desafían sus propias creencias, prefiera cerrar su mente y abrazar un enfoque simplista, manteniendo una percepción distorsionada del mundo para evitar el conflicto interno”. El escritor Samuel Langhorne Clemens, más conocido por el pseudónimo de Mark Twain, sobre la tontería solía decir, con ese su cáustico sentido del humor: “Es mejor tener la boca cerrada y parecer estúpido que abrirla y disipar toda duda». Más sutil el poeta irlandés, Oscar Wilde, sobre el comportamiento tonto y molesto de ciertas personas: “Algunos causan felicidad dondequiera que van; otros, cuando se van”. Lo que trae a la memoria la anécdota de Winston Churchill y su ironía. Una mujer, que lo creía insoportable le dijo en cierta ocasión: “Si fuera usted mi esposo le pondría veneno en su té”. La ingeniosa respuesta de Winston, resaltando lo absurdo y tonto de la amenaza, fue lacónica: “Si yo fuera su esposo, me lo bebería”. O la vez que alguien le preguntó a Albert Einstein ¿qué pensaba sobre la existencia de vida inteligente en otros planetas? “No lo sé, ojalá y hubiese –respondió– lo que en realidad me preocupa es que, en este planeta, la inteligencia sea un fenómeno muy raro”. O bien cuando le preguntaron al maestro del humor absurdo GrouchoMarx, “¿qué opinas de la inteligencia artificial?». El ingenio no se hizo esperar: -“¡Pues prefiero la natural! Todavía queda un poco por ahí”. El filósofo alemán Arthur Schopenhauer nos regala el siguiente pensamiento: «La opinión contraria a la razón surge, no de la razón, sino de la obstinación, la terquedad y la estupidez”. O quizá prefieran el fino humor de una de las principales figuras de la ilustración, François-Marie Arouet (su pseudónimo, Voltaire): «La estupidez es una enfermedad extraordinaria, no es el enfermo el que sufre por ella, sino los demás”. “La obnubilación –prima hermana de la tontería– o confusión mental, puede estar relacionada con factores emocionales como el “miedo” o la “inseguridad”, que impulsan a la persona a buscar certezas en posiciones dogmáticas”. “En muchos casos, la tontería no es tanto una falta de inteligencia como un rechazo a la reflexión profunda que degenera en una especie de “pensamiento superficial” o simplificado”. (Pues bien –entra el Sisimite– ahí tenés material suficiente sobre la tontería. Una variación de lo mismo sería el sectarismo. “Una forma extrema de este pensamiento sesgado surge “de la identificación rígida con un grupo, o una ideología, lo que lleva a la incapacidad de cuestionar las propias creencias o considerar puntos de vista externos”. En este contexto, el pensamiento crítico queda relegado, y todo se percibe bajo el lente de la afiliación ideológica. -El problema –interviene Winston– no es que haya tontos, sino que son tantos. Uno por uno, pues, no pasan de ser una molestia, quizás un estorbo. Lejos de intentar enfrentar alguno, mejor acariciarlo, pobrecito, no es culpa suya que sea así. Lo fastidioso, y hasta peligroso, es cuando se juntan, y alguno o alguna entre ellos le da cuerda a los demás. -O sea –interrumpe el Sisimite– “si quieres ver un vivo afligido, ponle un tonto al lado”. ¿Y te imaginás –se encoje de hombros Winston– con todo un enjambre encima?).