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domingo, abril 20, 2025

¿Taras?

Ya días –a juzgar por la naturaleza de ciertas aprensiones que surgen en algunos foros de opinión– consultábamos ¿a qué obedece esa psicopatía en algunos, de suponer que otras personas tienen “patrón” y que sus actuaciones son de sumisa obediencia? La psicología explica lo anterior como “una proyección de sus propios complejos; o sea atribuir a otros, a los demás, el trastorno interno que ellos padecen”. Sería una especie de “complejo de inferioridad que el individuo carga en el subconsciente”. “A menudo –explican expertos– las personas proyectan sus propias inseguridades, miedos o defectos en los demás. Ese mecanismo psicológico, conocido como proyección, implica atribuir a otros las características negativas que uno mismo posee, pero no acepta conscientemente”. Es común – por ejemplo– que aquellos con falta de integridad, no pueden concebir que otros actúen de manera auténtica y digna, pues sus propias taras les impiden ver más allá de sí mismos”.

Lo anterior no es invento antojadizo. El psicólogo austríaco Sigmund Freud, una autoridad en esta materia, sobre la proyección, explicaba: «Proyectamos nuestras propias sombras en el mundo que nos rodea”. “Las personas que no pueden aceptar sus propios defectos tienden a verlos reflejados en los demás”. El filósofo y escritor alemán Friedrich Nietzsche: «Aquellos que ven lo peor en otros suelen ser los que albergan esa misma oscuridad en sus corazones”. “Es una proyección de su propia bajeza moral en los demás”.

Esta escoria en la sociedad, es incapaz de valorar la digna e íntegra personalidad ajena. Nunca leyeron al filósofo de la ilustración Immanuel Kant: «La dignidad es un valor que no tiene precio, y lo que tiene precio puede ser sustituido por algo equivalente, pero lo que se eleva por encima de todo precio, y por lo tanto no admite equivalente alguno, eso es la dignidad”. O nunca repararon en la recomendación del filósofo y ensayista estadounidense Ralph Waldo Emerson respecto a esos enraizados prejuicios: «Haz lo que sientes que es correcto en tu corazón, porque serás criticado de todos modos. Serás condenado si lo haces y condenado si no lo haces”. Ese nocivo resabio de endosar a gente íntegra y honorable lo ruin de su padecimiento interno, especulando que las actuaciones de fulano son controladas por zutano u obedeciendo a mengano, bien podría encajar en otro tipo de trastorno relacionado con “creencias paranoides”. “Es un tipo de trastorno delirante en que la persona cree que las acciones, pensamientos o comportamientos de otras personas están siendo controlados o manipulados por fuerzas externas, como «patrones» o «autoridades» que dictan sus decisiones”.

(¿Sabías –tercia el Sisimite– de la historia en antiguas civilizaciones que podrían explicar la formación de esos complejos basados en la suposición de que las personas están bajo el control de un «dueño» o una autoridad dominante? “Estos antecedentes están vinculados con la forma en que las sociedades antiguas estructuraban sus jerarquías sociales, relaciones de poder y sistemas de esclavitud o servidumbre”. -Quizás te referís –interviene Winston– a “las Sociedades Feudales durante la Edad Media en Europa y en varias regiones de Asia”.

“Las sociedades feudales establecieron relaciones de vasallaje y servidumbre, donde los siervos estaban obligados a trabajar para sus señores feudales a cambio de protección y sustento”. “Estas relaciones eran profundamente jerárquicas y establecían una forma de vida donde la autonomía personal era limitada y el control del señor feudal sobre sus siervos era total”. “La visión de que la vida de alguien podía estar completamente bajo el control de otro persistió durante siglos”. -Y todavía –interrumpe el Sisimite– aflora en la mentalidad de acomplejados que nunca superaron sesgos sectarios en su comprensión de las relaciones humanas. ¿Y a quiénes se te ocurre –pregunta Winston– que este análisis de los traumas, los trastornos y los complejos, les queda como traje hecho a medida?).

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