Esa frase, que creo me pertenece, en realidad tiene una cosa falsa y muchas verdaderas.
El destino no existe, eso es lo falso. Desde luego que en este caso se trata de una licencia poética y aunque nadie me la ha extendido (porque no soy poeta y no hay nadie a cargo de esa clase de licencias, de todas maneras, me he tomado la libertad de utilizar el destino como parte del título).
Pero que la vida nos lleva como hojas al viento, eso sí es cierto.
Por más que planifiquemos y trabajemos por un proyecto, una idea, una misión en la vida, algo de beneficio personal o colectivo, siempre existe la posibilidad que los factores cambien (el viento) y que todo tome un rumbo diferente.
No se trata de suerte, simplemente son tantas las variantes que pueden afectar cualquier cosa. Tenemos una cita, salimos con suficiente anticipación, hasta con un margen de tiempo adicional, pero, en el camino, un accidente nos desvía de la ruta y nos hace llegar tarde. ¿Qué pasó? Simplemente que las páginas de imprevistos son las más grandes del libro de la vida.
Ese es el destino, ese es el viento que nos mueve de aquí para allá.
Una cita -que puede ser muy importante- no lo es tanto si comparamos con otras circunstancias que pueden afectar radicalmente nuestra vida.
Les voy a contar una experiencia muy personal; apenas me inicié como escritor de novelas tuve éxito. Mi primera novela, El IV Reich, fue aceptada por Editorial Planeta y Editorial Diana de México, ni yo mismo lo podía creer, salí a calle dando gritos y brincos, ¡con el papel del contrato en la mano!
Es una novela de aventuras, bastante amena, rápida de leer y que tuvo un éxito inesperado.
Luego escribí El Mensaje Final, también de aventuras (en el campo del terror) la cual siguió el mismo camino. De igual manera tuve éxito con El Ultimo Pontífice.
Bueno -pensé- ahora es el momento de escribir en serio e inicié un trabajo de seis años (no a tiempo completo) hasta completar la novela histórica Amos del Trópico.
Desde mi punto de vista y de algunos lectores es magnífica, amena y apegada totalmente a la historia -en forma de novela- sobre el desarrollo de la industria del banano, desde sus orígenes hasta el tiempo actual.
Mi gran sueño era el mercado norteamericano, fue escrita para llegar a él.
Obtener un editor en inglés es de las cosas más difíciles del mundo. Después de más de tres mil cartas (y tres mil rechazos) finalmente una editorial se interesó en la novela.
Nos reunimos en New York con abogados y todo, se firmaron contratos; parecía que la iba a pegar en grande.
No volví a tener noticias de la ejecutiva a cargo, hasta que una carta me informó de su fallecimiento (desde luego no le pasó por leer mi novela, ya tenía condiciones).
Eso fue antes de que Internet pasara a formar parte tan importante en la vida y negocios de todos.
Su muerte dejó en suspenso el proyecto durante varios años, nadie sabía qué hacer ya que ella era la encargada de todo.
Luego, con el Internet, las más importantes editoriales se vieron afectadas, al igual que grandes librerías en USA y todo el mundo.
El viento de la vida cambió mi destino (una de tantas veces) con la triste noticia de su muerte.
¿Qué hubiera sucedido? Jamás lo sabré.
Como muchos otros escritores publiqué por mi cuenta -y lo sigo haciendo- ahora hay grandes facilidades para eso.
Mis novelas se siguen vendiendo, no tanto, pero es satisfactorio.
En este tiempo la competencia es muy grande ya que muchos otros también publican y promueven por su cuenta miles de libros al mes y, además, porque el mercado ha disminuido debido a los dispositivos móviles; “la mayoría de la gente ya no lee”, no libros al menos, utilizan gran parte de su tiempo en Tik Tok, pornografía y otras publicaciones de línea.
Finalmente, dejé de escribir novelas por unos años (se llama bloqueo mental) hasta que el viento de la vida me trajo una idea en la cual estoy trabajando varias horas al día y que espero terminar en unos tres o cuatro meses.
Es ciencia ficción. ¿Cómo se llamará? De momento el título es “El Cuarto Planeta”.
¿De qué trata? Noup, no lo diré.
Pero sí he tomado una decisión. Estoy tan convencido de su calidad que no la publicaré, tiene que ser inédita para poder participar en los dos principales concursos literarios de ciencia ficción a nivel mundial: Hugo y Nébula.
¡Allá voy! ¿Ganaré alguno de ellos?
El viento futuro me lo dirá.