Por Irazema Ramos, Sicóloga.
La acción de dar gracias no se debe considerar solamente en un acto simbólico a final del mes de noviembre, la gratitud es una fortaleza que debemos mantener como rasgo en nuestra personalidad, como una característica propia que se refleje en nuestras relaciones interpersonales.
Agradecer es reconocer lo que los demás hacen por nosotros y, además, de valorar lo que tenemos. Las personas que practican la gratitud suelen ser personas bondadosas y sencillas que afrontan la vida con una actitud positiva desde la humildad, con gran capacidad de resiliencia.
El psicólogo estadounidense, Robert A. Emmons y colaboradores, realizaron un estudio en donde los sujetos participantes llevarían un diario semanal: un grupo escribía las cosas que les enfadaban, otro grupo describía en ese registro aspectos por los que sentían agradecimiento y el otro grupo llevaba un seguimiento de “eventos neutrales”. Después de 10 semanas, los sujetos del grupo que escribían por lo que estaban agradecidos, reflejaron un 25% de bienestar en general, que los otros grupos, llegaron a rendir en sus actividades diarias, un promedio de 1.5 horas más y refirieron tener menos problemas de salud, respecto a los otros sujetos participantes de los otros grupos.
Este tipo de estudios avalan lo que otros investigadores también han comprobado, por ejemplo, los resultados indican que las personas que practican la gratitud tienen beneficios consistentes, como la resistencia emocional, salud física, ventajas profesionales y una mayor empatía. Expresar gratitud día con día, cambia literalmente la estructura molecular de nuestro cerebro, ya que mantiene la materia gris en funcionamiento, por ende, nos convierte en personas más saludables y más felices, según datos del Centro de Investigación de Conciencia de la Atención Integral de la UCLA, ellos concluyeron que al practicar la gratitud nuestro sistema nervioso central se va modificando al grado de generar signos de felicidad en nosotros. Otra investigación realizada en la Universidad George Mason, aplicada a veteranos de la guerra de Vietnam, descubrió que las personas que experimentaban mayores niveles de gratitud también tenían menores niveles de estrés postraumático y un alto grado de resiliencia.
Algo sí debemos tener claro, es bastante común o esperado que la mente humana tenga la mayoría de las veces la intención de enfocarse en lo negativo, ya que, en los primeros años el ser humano debía estar alerta de cualquier peligro en su ambiente, como un mecanismo de sobrevivencia, por tanto, nuestro cerebro está programado o condicionado, para encontrar situaciones desagradables, que nos roban la ilusión, la esperanza, etc. El «sesgo de negatividad» es natural, también conocido como el efecto negativista, que permite que las cosas negativas (experiencias, pensamientos, emociones, etc.), tengan un mayor impacto psicológico que las cosas positivas. Por tanto, el hecho de tener la gratitud como un hábito es una tarea que debemos formar día con día y la próxima semana enumeraremos actividades puntuales con las cuales podemos desarrollar esta virtud humana.
QUIEN RECIBE UN BENEFICIO NUNCA DEBE OLVIDARLO; QUIEN LO OTORGA, NUNCA DEBE RECORDARLO. Pierre Charron.