La principal herramienta de comunicación e información que ha existido en la historia de la humanidad es, desde luego, internet.
Pero, lo que hasta hace poco era un suave y tranquilo viaje por noticieros, lectura importante, divulgadores y hasta “influencers”, se ha convertido en un verdadera arrebatiña de anunciantes metiéndose en nuestra lectura privada y tratando de embutirnos
sus malditos productos a la fuerza. No señores de Avianca, el hecho de que consulte itinerarios, rutas y tarifas, no quiere decir que haya solicitado que me ofrezcan hasta la saciedad lo que ustedes venden.
Su enorme presión lo único que logra es alejarme y buscar aerolíneas alternas que no se metan en mi vida privada y que no me sofoquen con tantos mensajes, interrumpiendo constantemente mi búsqueda y lectura.
Si de verdad me desean como cliente, lo que deberían hacer es ofrecer mejor servicio, atención a bordo y dejar de cobrar por lo que hasta hace un tiempo era gratis.
Cada vez que me sale un anuncio de ustedes lo que menos pienso es en subirme a uno de sus aviones sin asientos reclinables (como antes) a menos que pague extra por lo que realmente es una comodidad casi obligatoria.
Señores de Walmart, cuando intenté averiguar si tenían determinado producto, no les invité a que me abrumaran con ofertas de muchos otros artículos, desde tomates más baratos hasta el último televisor curvo.
No mis acosadores de artículos de belleza, intentar saber los ingredientes de cierto bloqueador o protector solar de ninguna manera significaba que estaba interesado en “rejuvenecer treinta o cuarenta años con una sola aplicación” de la crema que ustedes venden y cuyos ingredientes son impresos en letra microscópica quizá por economizar espacio o, lo que es más temible, para que nadie sepa qué realmente se está poniendo en el rostro.
Tampoco tengo mucho interés en saber cuáles son los estrenos de Netflix que están “rompiendo todos los récords” o “calentando las redes”.
Si deseo ver una película o determinado programa simplemente hago la búsqueda. Pero no quiero perder tiempo teniendo que esperar que transcurran algunos segundos de su anuncios antes de que -finalmente- me salga un pequeño rótulo ofreciendo la opción de omitir el maldito y prolongado anuncio.
De igual manera, algunos artículos con títulos interesantes y llamativos prolongan innecesariamente el tiempo de lectura, agrandando, agigantando, con información larga y aburrida.
¿Por qué lo hacen? Porque entre cada párrafo publican uno o varios anuncios de productos. Repiten el titular varias veces con la invitación a “seguir leyendo” donde, de nuevo ponen el mismo título y la misma introducción, cargando la paciencia de quienes nos vemos obligados a leer y leer hasta, finalmente, llegar a la información en que estábamos interesados.
La magnífica herramienta tecnológica que es internet les permite seleccionar las palabras claves de nuestra búsqueda (zapatos, por ejemplo) y de inmediato, como la miel atrae a las abejas y otra cosa a las moscas, los anunciantes de todos los productos relacionados con zapatos nos hacen lectura, paciencia y vida imposibles.
Los creadores de internet jamás pensaron que su invento se convertiría en el látigo de azote a los usuarios.
Estoy casi seguro que usted ha notado que lo que hasta hace poco tiempo era indispensable (tener la contraseña de los lugares donde nos encontrábamos) ahora ha cambiado a una insistente oferta que dice “conéctese a una red abierta”.
Nos ofrecen hasta el cansancio que nos conectemos gratis a su red. ¿Por qué?
¿No quieren regalar algo? No hay almuerzo gratis, lo más seguro es que nos invitan a su red con tanta insistencia para -de alguna manera- robarnos datos personales de nuestro dispositivo.
Y lo más viejo y aparentemente inocente, la solicitud de compartir el dulce nombre “cookies” no es otra cosa que solicitar disimuladamente permiso para, también, robar datos, información valiosa o estadísticas que les permitan enviarnos más anuncios o quién sabe qué
otra cosa. Por qué Facebook, Waze y Whatsapp y otras aplicaciones valiosísimas son gratis?
¿Qué fue lo que dije sobre los almuerzos gratis? No nos regalan nada, nos brindan un servicio maravilloso a cambio de mantenernos conectados, utilizándolos.
¿Por qué? La información de nuestros movimientos, amistades, gustos, conversaciones y rutas utilizadas tiene un alto valor comercial para ellos.
Vendrá algún día una legislación que limite esa intromisión en nuestro dispositivo o sea nuestra vida privada? No estoy seguro.
No en un mundo donde se permite la publicidad de bebidas alcohólicas casi sin control. Hay demasiado dinero de por medio.