Para no especular, simplemente remitámonos a los hechos. Esta semana que estamos a punto de finalizar ha sido realmente muy dolorosa para muchas familias y amigos de personas que han sido asesinadas quienes han sido personas de bien, emprendedores, mujeres y gente humilde y trabajadora. No se trata de ser sensiblero, más bien de poner un alto reflexivo al fenómeno de la violencia asesina que está minando el corazón de los hondureños hasta el punto que nuestro país se puede convertir en un campo de batalla entre gente que tenga sed de venganza, que es algo que hace tiempo está ocurriendo, pero la otra parte, la sacrificada, las víctimas y sus familias y amigos simplemente se han quedado esperando o por una justicia que, siendo tardía ya se desnaturaliza y deja de serlo.
Es precisamente por la impunidad que se puede llegar a ese punto llamado estado de anarquía, donde la autoridad pierde su poder y capacidad ante de la población y eso lo hemos visto en la región de La Mosquitia cuando pobladores pasaron (y no es la primera vez que sucede) encima de los agentes policiales para castigar a un supuesto parricida. No queremos pensar –pero es inevitable- que esos brotes de anarquía sean propuestos por alguna agenda, es curioso también –siempre viendo los hechos- cómo ha repuntado la delincuencia en el presente Gobierno, el cual prometió todo lo contrario y siempre que hacen algo (que es su deber y mandado) le ponen el cliché ideológico. Esas piezas del rompecabezas del estado actual de cosas dejan muchas suspicacias.
Al punto donde queremos llegar para decir es que ahorita, justo en este momento es que debemos parar y meditar porque si no esto se vuelve en una verdadera jungla, a la manera de las películas del viejo oeste donde la ley del más fuerte es la que impera pasando por encima de la ley toda decisión colectiva al grado de ocurrir linchamientos (tal como se vio con un ciudadano italiano) y ajusticiamientos sumariales, es decir, hacer justicia con sus propias manos.
El pueblo hondureño está esperando, mientras a diario caen mujeres y personas de bien que simplemente deben trabajar arduamente para llevar sustento, personas productivas a quienes se les extorsiona sin que nadie vele por ellos, teniendo una sensación indefensión, ausencia y abandono estatal. Cuando ya el Estado falla, comienza la anarquía y lo más curioso, con los clichés actuales, es que le sigan echando la culpa al pasado cuando los responsables son ellos mismos, los actuales gobernantes, como si estuvieran todavía en campaña electoral y no se han dado cuenta que son ellos los que gobiernan, sería bueno despertarlos.
Lo deseable es que el Estado deje ya de politiquería ideológica y gestionen los correctivos con todas sus fuerzas para evitar ese estado de anarquía, y cuando eso comienza, se rebalsa y nada detiene esa ebullición y, en ese punto… ya es demasiado tarde.