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lunes, abril 21, 2025

Resistir a la mentira oficial

Casi todos los gobiernos del mundo suelen echar mano de la mentira oficial, como parte de su gestión administrativa. Unos más que otros.

Este fenómeno que socava la democracia, sin embargo, no se trata de una serie de casos aislados, sino de una estrategia bien montada que obedece a diferentes propósitos según el contexto donde se aplique.

Cuando a diario vemos correr la sangre en los medios de comunicación y la policía nos dice que todo está bien, y que los indicadores están mejor que el año anterior, el desconcierto y la indignación suelen apoderarse de la ciudadanía que ve con angustia que, frente a la mentira oficial, no queda fuerza alguna que pudiera defenderla de los maleantes.

Esta época de la posverdad y del mundo hiperconectado es la de una lucha permanente entre la verdad y la mentira; entre la exigencia y el derecho ciudadano a conocer de buena tinta la veracidad de los hechos transmitidos por los medios de comunicación no oficiales, y la información que se destila desde el poder y las instituciones del Estado.

Josep Goebbels, sátrapa del nazismo y con miles de admiradores en Latinoamérica, es célebre por aquella sentencia de la mentira repetida mil veces que debe convertirse en una verdad socialmente aceptada.

Sin embargo, el ministro de la Instrucción Pública y la Propaganda conocía a fondo la manipulación de las masas que, en la Segunda Guerra Mundial, había alcanzado un valor incalculable para los fascistas.

Pero, ¡cuidado con lo que decimos! Esa vileza politiquera no puede ser aceptada ni debe servir para justificar la incompetencia de ningún gobierno con mediocres resultados. Lo que no debemos perder de vista es que todo régimen que echa mano de la mentira, ya sea de manera sistemática o de forma situacional, es por pura incapacidad para generar bienestar, establecer orden y armonía en la sociedad.

De esta manera, el ecosistema político se convierte en una construcción de relatos que los regímenes tratan de internalizar en la mente de los individuos para justificar los fracasos, crear enemigos del pueblo y cimentar mitos que todos debemos aceptar como una verdad incuestionable.

El gran peligro de desdeñar y dejar pasar las mentiras que emanan de un régimen es que, de manera gradual, se va creando un monstruo descomunal y apocalíptico muy difícil de vencer cuando se fortalece. Su nombre es bien conocido en estos tiempos: se trata de las aborrecibles dictaduras que han instaurado sátrapas de la talla de Vladimir Putin, la dinastía Kim, en Corea del Norte, Ortega y Maduro, en Latinoamérica.

Todos ellos se sirven de la mentira sistemática para reprimir y controlar las sociedades que dirigen. Pero no todo está perdido. Las organizaciones de la sociedad civil están llamadas a prever estas desgracias fundadas en la mentira oficial, antes de que sea demasiado tarde.

Tienen el deber de crear una comunidad de verificación ciudadana a través de plataformas digitales para que los ciudadanos denuncien los discursos y las acciones engañosas del régimen, y exijan transparencia de manera permanente y vigilante.

En resumidas cuentas, defender la verdad es una forma de resistencia civil frente a la mentira oficial que crece cada día que pasa.

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