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jueves, abril 24, 2025

Reciclarse en el poder

Todos sabemos que el reciclaje de materiales es un beneficio para el medio ambiente, pero el reciclaje en política es otra cosa.

Perpetuarse en los puestos de un gobierno es una manía políticamente perversa de aferrarse al poder, ya sea por una familia, un partido o una cofradía de amigotes de juventud.

Sin embargo, ver las mismas caras ocupando los cargos claves atenta contra la democracia e inhibe el refrescamiento de las instituciones.

En “La muerte de Artemio Cruz”, el viejo Gamaliel Bernal, al referirse a la transición entre el porfiriato y la Revolución, dice: “Desventura de país que cada generación tiene que destruir a los antiguos poseedores, y sustituirlos por nuevos amos, tan rapaces y ambiciosos que los anteriores”.

Lo que me recuerda a la directiva de un sindicato que conocí hace décadas, donde los miembros se intercambiaban los puestos más importantes, aparentando rejuvenecimiento gerencial y plan de sucesión, sin haber ni lo uno ni lo otro.

¿A qué se debe esta tendencia de los políticos y líderes gremiales latinoamericanos de sentirse en el derecho de heredar el poder a sus parientes, compadres e incondicionales, como si se tratara de una carrera de relevos o de una herencia patrimonial?

Aunque algunos politólogos atribuyen el fenómeno a múltiples factores, la verdad es que la motivación fundamental es el acceso discrecional a los recursos y el control de los medios institucionales para obtener esa presea.

Nada más estimulante para los miembros de una camarilla que disponer de la hacienda pública y echar mano a los presupuestos generales, sin fiscalizaciones de ninguna especie. Por alguna razón, el dinero que otros producen teje maravillas.

A causa de fuerzas providenciales, los tesoros edifican lealtad y compromiso. Pero no pensemos que los caudales son para deleite exclusivo del jerarca y su familia; no.

En un gobierno, hay que repartir la “pasta”, y hay que saberla repartir entre los amigos más cercanos y los arietes que son los jefes militares y policiales; por aquello de los inconvenientes de última hora.

Todo eso, si se pretende asegurar la perpetuidad del clan. Lo que está sujeto a los molestos controles; los incómodos procedimientos con triple copia o rúbricas nivel “A”, hay que hacerlo de forma directa y velada.

La burocracia está hecha solo para los súbditos y, de alguna manera, para los que se benefician de ella.

Todo proceso, política, reglamento, fiscalización y auditoría pueden estar sujetos a sufrir reformas. Incluyendo las sagradas cartas magnas.

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