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domingo, abril 20, 2025

Razones para participar a diario en política

La política no es solo cuestión de partidos y elecciones: es un compromiso diario de vigilancia y crítica ciudadana. La democracia se alimenta de la frecuente intervención ciudadana en cualquiera de los medios disponibles. El problema es que nadie nos enseña esto, ni en la escuela ni en la casa, que son los principales agentes de la formación social de los individuos. La enseñanza es otra: la obediencia pasiva, aprender a callar, a no deliberar.

A comienzos de los años 90 del siglo pasado, se enfatizaba en democratizar la familia para incentivar la participación de los hijos, para que fueran aprendiendo a tomar sus propias decisiones. De ahí surgió una generación bastante crítica, con acceso a la información ilimitada, pero que, a falta de orientación cívica, suele perderse fácilmente con los debates de la posverdad y la corrección política que a diario aparecen en las redes sociales.

Más tarde, llegamos a la conclusión de que no había otra que hacer que huir de la política, e ignorar los escándalos cotidianos que se tejen en el entarimado de los poderes e instituciones del Estado. Cuando contrastamos los actos de los políticos, nos dimos cuenta que no encajaban con nuestros principios e ideales en que, suponíamos, debía funcionar la democracia. Y bajamos los brazos.

¿Se han creado las condiciones para que los políticos sin escrúpulos ejerzan el poder sin ser cuestionados, mientras los ciudadanos, ansiosos por justicia y bienestar, se retiran de la contienda política? Desde luego que sí. De esta manera ¿vamos allanando el camino para que truhanes metidos al noble ejercicio de la política, ejerzan el poder, exentos de las molestas críticas y la diversidad de opiniones que plantea la democracia? Tal parece.

No olvidemos que, en sociedades con un bajo nivel de escolaridad y cultura cívica, la desidia política y el abstencionismo contribuyen a la entronización de gobiernos execrables, y a la institucionalización escandalosa de la corrupción. La CICIH en Honduras, y la CICIG en Guatemala, es una respuesta a la incapacidad jurídica, desde luego, pero también responde a la negligencia de los ciudadanos que, al deponer las armas de la polémica, contribuyen a legitimar los horrores que ahora nos aquejan.

Cuando optamos por no participar activamente en política, los partidos nos imponen “representantes” que no hacen otra cosa que velar por sus propios intereses. Los nuestros salen sobrando. Muchos creen erróneamente que pueden vivir en sus burbujas aisladas de la política y el debate público, pero se equivocan gravemente.

Cuando tenemos gobiernos que abusan del poder, que rompen las constituciones -en nombre del pueblo, según dicen- y toman decisiones que se ganan la repulsa popular, ¿de quiénes creen ustedes que es la culpa? Sociedades como la nuestra, que han perdido todo ambiente de participación política, son las que, en este momento, están en verdaderos aprietos; son las mismas donde la libertad y la justicia, los derechos, la diversidad y la inclusión, no son más que simples caricaturas que tienden al desaparecimiento. Insisto: ¿de quiénes creen ustedes que es la culpa? Cuando nos percatamos de nuestro error, cuando queremos enderezar los entuertos, ya es demasiado tarde, sino veamos la situación de Venezuela y Nicaragua, y muy pronto la veremos en El Salvador. Nosotros estamos a tiempo.

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