Elon Musk, el empresario detrás de empresas como Tesla, SpaceX y X, ha sido calificado por figuras públicas como Donald Trump como un “individuo con un coeficiente intelectual seriamente alto”.
Sin embargo, hasta la fecha, no existe evidencia pública de que Musk se haya sometido a una prueba oficial de inteligencia.
Lo que no ha impedido que su supuesta puntuación en este test sea objeto de intensas especulaciones en redes sociales y medios.
Mientras algunos usuarios y comentaristas afirman que su CI podría superar los 130 puntos, basándose en su desempeño académico o logros empresariales.
Otros, como el biógrafo Seth Abramson, aseguran que no hay pruebas de que supere un CI promedio, estimado entre 100 y 110.
Cifras difundidas
Una supuesta cifra de 155 atribuida a Musk, difundida por Fox News, aunque citando a una fuente de escasa credibilidad.
El encuestador Nate Silver, por su parte, planteó que Musk podría considerarse un genio, aunque matizó que los cocientes intelectuales altos pueden potenciar tanto rasgos positivos como negativos.
Este debate sobre la inteligencia de Musk pone en evidencia cómo el concepto de CI ha trascendido su definición técnica y se ha convertido en una forma simbólica de validar el éxito, el poder o el estatus de figuras públicas.
En ocasiones, se utiliza más como una etiqueta cultural que como una medida científica.
¿Qué mide realmente el CI?
La fascinación por el coeficiente intelectual no es nueva. Desde su origen a principios del siglo XX, las pruebas de inteligencia han sido objeto de debate entre psicólogos, educadores y sociólogos.
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Originalmente concebidas para detectar a estudiantes que requerían apoyo educativo, las pruebas evolucionaron hacia una herramienta que en muchos contextos se han usado para justificar jerarquías sociales, migratorias e incluso militares.
Estudios recientes critican la idea de que el CI sea una medida absoluta de la inteligencia humana.
Diversos expertos señalan que estas pruebas reflejan principalmente la capacidad de rendir bien en test estandarizados, con un sesgo hacia habilidades valoradas en sectores como la tecnología.