Ciudad del Vaticano. El cónclave es el proceso mediante el cual la Iglesia católica elige a un nuevo papa, una tradición que data del siglo XIII y que se activa tras la muerte o renuncia del pontífice en funciones.
Su nombre proviene del latín cum clave, que significa “con llave”, en referencia al encierro estricto de los cardenales electores en un recinto cerrado hasta alcanzar una decisión.
El cónclave se celebra en la Capilla Sixtina, ubicada en el Vaticano, y está reservado exclusivamente para los cardenales menores de 80 años.
Actualmente, son estos miembros del Colegio Cardenalicio quienes tienen el derecho y el deber de elegir al próximo líder espiritual de más de 1,300 millones de católicos en todo el mundo.
Antes del inicio del cónclave, los cardenales celebran una serie de reuniones llamadas congregaciones generales, donde analizan la situación de la Iglesia y perfilan las cualidades necesarias del futuro pontífice.
Una vez concluida esta etapa, los cardenales se trasladan a la Casa Santa Marta, su residencia temporal durante el proceso.
Cada día se realizan hasta cuatro votaciones —dos en la mañana y dos en la tarde— en las que se requiere una mayoría de dos tercios para elegir al nuevo papa.
Las papeletas se queman después de cada ronda, y el color del humo que sale de la chimenea de la Capilla Sixtina indica el resultado: negro si no hay elección, blanco si ya se ha elegido al sucesor de San Pedro.
Durante el cónclave, los cardenales no pueden tener contacto con el exterior. Se les prohíbe el uso de celulares, internet y cualquier medio de comunicación.
La finalidad de este aislamiento es garantizar un ambiente de reflexión, oración y libertad en la toma de decisiones.
Una vez que se alcanza el consenso y un cardenal es elegido, se le pregunta si acepta el cargo y qué nombre desea tomar.
Si acepta, se convierte en papa de inmediato y es presentado al mundo desde el balcón central de la Basílica de San Pedro con la tradicional frase Habemus Papam (“Tenemos papa”).
El cónclave es uno de los eventos más solemnes y reservados del Vaticano, cargado de simbolismo, historia y expectativa.
Representa no solo la elección de un líder, sino la continuidad de una institución milenaria que ha marcado el rumbo espiritual, cultural y político de Occidente durante siglos.