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domingo, abril 20, 2025

Presas del horror, reos de la barbarie

No es difícil imaginarse el pavor y espanto que han debido pasar o sufrir las 25 mujeres rostizadas en los hornos en los que compañeras suyas convirtieron las celdas de la cárcel de mujeres en Támara, mientras otras se cebaban con sevicia y a punta de cuchilla y bala, cual infernal carnicería, masacraban a 21 reclusas más.

En esta patria nuestra, sumida permanentemente en la parranda política o en una inusitada pachanga de luto, dolor y sangre, parecía como si se nos hubiese acabado la capacidad de sorprendernos con la saña dantesca de cada crimen, matanza o masacre, pero no, cada vez que ocurre nos volvemos a dar cuenta que las fieras se quedan chiquitas ante lo salvaje que puede llegar a ser un humano y por la maldad que nutre y cobija adentro o afuera de cualquier reclusorio.

Nadie está seguro aquí, el vivo simula estar muerto y el muerto aparece vivo, en tanto “los vivos” de la burocracia parecen regodearse en su inutilidad para hacer algo o en su incapacidad que no los deja hacer nada.

Pocos están seguros, sí, en el Olimpo de los Zeus del poder, o en las mansiones resultado del trabajo o del dinero mal habido por la corrupción, el narcotráfico y la evasión fiscal, o en los fortines, ranchos o haciendas consecuencia de la actividad delictiva y sus complicidades burocráticas y políticas.

Lo contrario, la inseguridad, se da en la covacha del pobre o en la calle hurtada al peatón, también en la casa del profesional clase media y obrera permanentemente sin “luz” en la billetera y sin luz eléctrica en la casa, y también en los reclusorios, en donde languidecen, la mayoría en el ocio, culpables y algunos inocentes.

Igual riesgo de morir acribillado, asado, descuartizado o lapidado tiene quien se cree libre sin estar preso, o el que siendo recluso tiene más libertad que en su casa y en la calle.

Lo hemos visto con frecuencia, desde antes y después del incendio en la granja penal de Comayagua, el 15 de febrero de 2012 que produjo la muerte de más de 361 reos, siendo el peor desastre carcelario provocado por un demente alienado con mariguana y que también expiró achicharrado.

Es intolerable que casi semanalmente se acribilla o acuchilla en esos mamarrachos o disparates que llaman cárceles de máxima seguridad, e igual en los reclusorios en donde no se adaptan las mujeres presas que, como parte de un plan siniestro apadrinado por compinches infernales terminaron rostizándose, acribilladas o lapidadas como parte de una danza mortal en la cual la vida poco importa o nada vale.

Así quedó demostrado de nuevo, por enésima vez, este martes en esta nación que más que nombre símil de abismo o barranco debería tener mejor calificativo de cementerio o campo no tan santo.

Desde temprano, hace dos días, vimos cuando policías, otra vez, en una semana, se sumergieron en “El Pozo”, en Ilama, para “bucear” armas con las que en dos días seguidos los reclusos armaron balaceras; en tanto, sus compañeras de infortunio carcelario o colegas de fechorías se masacraban en ese otro chiste que llaman Penitenciaría Nacional Femenina de Adaptación Social, jajaja.

Ante tanto desmán y desmadre no puede uno dejar de cuestionar: ¿Qué nos pasa? ¿En dónde están y quiénes son los moralmente idóneos y académicamente capaces que protejan nuestras vidas y propiedades? ¿Qué tiene que pasar para que se corrija el rumbo, se enderece lo torcido y se resuelva el entuerto para que al fin haya seguridad y bienestar?

Las respuestas a esas interrogantes no deberán ser cortoplacistas e inmediatas para satisfacción de la “noble afición” solo con el cambio de nombres o sustituciones en la burocracia, sino con acciones sensatas y definitivas donde se privilegie lo lógico, lo adecuado y lo sensato para transformar en verdaderos centros de adaptación y reinserción social esos infiernos, destazadores o asaderos de presos en que han convertido esas escuelas del crimen que son las cárceles.

Afortunadamente hay visos de cambios positivos, como en la pronta reacción de la Corte Suprema de Justicia, presidida por la abogada Rebeca Lizette Ráquel Obando que, a través de la Sala Constitucional impulsa el trámite de cuatro Recursos de Exhibición Personal, incluido oficio por parte de los magistrados a raíz de la matanza  del martes negro en la prisión de Támara.

Es importante ese esfuerzo del ente impartidor de justicia y en ese loable propósito la institucionalidad habrá que mancomunar esfuerzos e ideas para que lo que se haga resulte útil, eficaz y efectivo.

Así, se tendrá que hablar y figurar menos y hacer más pues lo interesan y convienen las mejores acciones más que las buenas intenciones pues ya lo decía el guardián y designado cabeza de la fe Baha’i, Shoghi Effendi: “El mundo no solamente está hambriento de principios e ideales elevados; sobre todo, tiene hambre de un luminoso ejemplo”.

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