Seguramente le ha pasado y nos ha pasado a todos que nos encontramos en uno de esos buenos momentos y nos ofrecemos (sin que nadie lo haya pedido) para hacer algo que consideramos podría ayudar a alguien, pero luego resulta que de alguna manera esto termina siendo algo perjudicial para ese alguien o para uno mismo. Como diríamos popularmente “por hacer un bonito, hacemos un feo”.
Pues algo así le sucedió al médico y político francés Joseph Ignace Guillotin quien estuvo siempre en contra de la pena de muerte y sobre todo con las maneras tan crueles en que se ejecutaba a las personas en su tiempo, la horca, la rueda… y que, aparte, que todo esto se hiciera en público le parecía una atrocidad.
Así que se decidió por hacer algo al respecto, se reunió en varias ocasiones con las personas encargadas del asunto tratando de hacerlas entrar en razón, sin conseguirlo.
Al darse cuenta que sería imposible abolir la pena de muerte, propuso mejorar un aparato ya existente, que cortara la cabeza del condenado de una manera rápida e indolora. Esto sí logró que lo aceptaran.
El Sr. Guillotin trabajó arduamente y por espacio de dos años en aquel proyecto. En su honor llamaron al terrible artilugio, guillotina. Lo que no logró fue que aquellos macabros espectáculos de ejecución se hicieran en privado.
Maximilien Robespierre, por su parte, no era nada dado a obras caritativas, al contrario. Este afamado orador, abogado y político vivía ansioso de terminar con todo aquel que estuviera en contra de la Revolución, por lo que mandó a cientos y cientos de personas a la guillotina.
El famoso aparato cobró la vida de más de 35,000.
En aquel terrorífico periodo (siglo XVIII) Guillotin fue encarcelado al negarse a informar sobre el paradero de un conde amigo suyo (que, de igual modo, fue ejecutado) y él hubiera corrido con la misma suerte de no ser porque en ese preciso momento el mismo Robespierre cayó preso para más tarde ser guillotinado.
La familia Guillotin, al ver el alcance de todo aquello, trató de que se le cambiase el nombre a aquel artefacto. Al no conseguirlo, decidieron ellos, cambiarse el apellido.