La época de Semana Santa, siempre es una invitación para reflexionar desde la espiritualidad y de manera histórica lo que ocurrió en la época de nuestro Señor Jesucristo. La revolución estaba en los corazones de muchos judíos que miraban como opción la fuerza para terminar con el yugo impuesto por el imperio Romano, pero en medio de toda esta turbulencia el Maestro presenta un mensaje basado en el amor, que más que poner énfasis en lo malo que hacía Roma contra su pueblo, hizo hincapié en develar, la hipocresía de los fariseos, los escribas, los saudeceos, los comerciantes del templo y hasta sus propios discípulos.
Los relatos bíblicos, que muchas veces se creen por fe, porque no se encuentran todas las evidencias científicas necesarias para aceptarlas como algo que realmente ocurrió, en algunas ocasiones se ven respaldadas por fuentes históricas (aunque también pueden ser cuestionadas), como es el caso del testimonio del historiador judeo-romano Flavio Josefo, que en el texto denominado “Antigüedades judías” en el capítulo 18: 3:3 relata: “Por aquel tiempo existió un hombre sabio, llamado Jesús, [si es lícito llamarlo hombre], porque realizó grandes milagros y fue maestro de aquellos hombres que aceptan con placer la verdad. Atrajo a muchos judíos y a muchos gentiles. [Era el Cristo.]
Delatado por los principales de los judíos, Pilatos lo condenó a la crucifixión. Aquellos que antes lo habían amado no dejaron de hacerlo, [porque se les apareció al tercer día resucitado; los profetas habían anunciado éste y mil otros hechos maravillosos acerca de él.] Desde entonces hasta la actualidad existe la agrupación de los cristianos.
Vivir bajo el Imperio Romano, significaba acatar las leyes Romanas, que tenían la pena capital, esa que le impusieron a Jesucristo a petición de los Fariseos, que sabían que no podían aplicarla ellos porque se oponía a sus propias leyes. Lo que más temían era el mensaje que daba Jesucristo, el poder de las palabras que era manifestado también con milagros y con el perdón, como el caso de la mujer adúltera, que el pueblo quería apedrear y Él les dijo que quien estuviera libre de pecado que lanzara la primera piedra.
Este tipo de enseñanzas, cargadas de compasión y santidad pusieron en jaque a los doctos en la ley, a los que se aprovechaban del hambre espiritual del pueblo, para enriquecerse o sea los falsos maestros. En la actualidad, vivimos en la versión moderna del antiguo imperio Romano, tenemos diversos actores, portando diferentes máscaras, influenciando de forma abierta o desde la sombra acciones que van en contra de la mayoría.
Saqueos constantes y sistemáticos contra el erario público, concesiones a pequeños grupos privilegiados que solo velan por sus propios intereses. Las fuerzas del orden están para proteger los intereses mezquinos de grupos de poder, sin importar la ideología que dicen tener. Engañan sistemáticamente a la población sigue clamando por fuentes de empleos, con un ambiente seguro, libre de extorsión que les permita emprender.
Qué decir del sistema de salud y la educación. El mensaje de Jesucristo sigue vigente dos mil años después, vemos que es eterno, no pasa de moda, Él sigue siendo directo y amoroso. Nos toca tomar conciencia y comprender que, para transformar la sociedad, debemos empezar por nosotros mismos, de adentro hacia afuera.