Para el día que se publique este artículo es muy probable que el huracán Milton ya esté descargando toda su furia sobre la Florida, especialmente la zona central del estado, donde las autoridades ordenaron una evacuación obligatoria ante la amenaza que representa ese gigantesco ciclón.
Millones de personas, incluyendo muchos hondureños, tendrán que buscar refugio, sobre todo por el peligro de marejadas que podrían causar inundaciones en extensas regiones costeras. Milton llega apenas unos días después del huracán Helene que causó tremendas pérdidas humanas y materiales en varios estados, incluyendo Florida.
Esta acumulación de eventos nos confirma la realidad del cambio climático y uno de los aspectos más preocupantes que es la intensificación de los huracanes.
Los patrones climáticos están cambiando y los huracanes ahora son más destructivos que los de hace unas décadas, debido en gran parte al aumento de la temperatura de los océanos.
El huracán Helene, por ejemplo, pasó de categoría 1 con vientos de 130 km/h a categoría 4 con 225 km/h en menos de 24 horas, una intensificación rápida impulsada por las aguas más cálidas del Atlántico.
Además de sus vientos devastadores, provocó una marejada ciclónica que inundó amplias áreas costeras y causó daños multimillonarios.
Milton ha tenido un comportamiento similar, con una intensificación rapidísima que le llevó a categoría 5 en menos de 24 horas.
Con Helene la región del sureste de Estados Unidos, incluyendo Florida, Georgia y las Carolinas, experimentó lluvias torrenciales, con acumulaciones de hasta 1,000 mm en algunas áreas, provocando graves inundaciones y deslizamientos de tierra.
La combinación de su tamaño, con vientos huracanados que se extendieron hasta 97 kilómetros desde su centro, y la gran cantidad de agua empujada hacia la costa, creó una tormenta perfecta que resultó en una catástrofe humanitaria. La tendencia hacia huracanes más destructivos no es nueva.
Helene es el más reciente de varios huracanes extremos que han afectado a Estados Unidos. Desde 2017, al menos ocho huracanes de categoría 4 o 5 han tocado tierra, igualando la cantidad registrada en los 57 años anteriores, una señal clara del impacto del cambio climático en la frecuencia e intensidad de estos fenómenos.
El calentamiento global, impulsado por la quema de combustibles fósiles y los gases de efecto invernadero, ha elevado significativamente la temperatura de los océanos.
Esto proporciona más energía a los huracanes, permitiendo una intensificación más rápida y destructiva. Las aguas que atravesó Helene estaban más de 3 grados Fahrenheit por encima del promedio, un fenómeno 600 veces más probable debido al cambio climático.
Además de aumentar la intensidad de los huracanes, el calentamiento de los océanos también está elevando el nivel del mar. Este factor hace que las marejadas ciclónicas, como la que acompañó a Helene y ahora a Milton, sean más peligrosas.
En Florida, por ejemplo, el nivel del mar ha subido aproximadamente 20 centímetros desde la llegada del huracán Andrew en 1992, lo que significa que las inundaciones por tormentas son ahora más graves, incluso si las condiciones son similares.
Honduras no está exenta de sufrir estos efectos. La temporada de huracanes en el Caribe y el Golfo de México no solo provoca lluvias extremas y tormentas tropicales, sino que también genera inestabilidad atmosférica que puede traducirse en lluvias intensas y prolongadas en nuestro territorio.
Aunque Eta e Iota no tocaron tierra directamente en Honduras como huracanes, sus lluvias torrenciales causaron desastres en todo el país, afectando a más de 3 millones de personas y causando daños materiales que aún no se logran reparar plenamente.
El aumento de las temperaturas globales no solo afecta la intensidad de los huracanes, sino también los patrones de precipitación en regiones montañosas como la nuestra. Las lluvias más intensas, como las que se observaron en el sureste de Estados Unidos con Helene, pueden ser devastadoras en territorios como Honduras, donde las montañas y las cuencas hidrográficas amplifican el riesgo de inundaciones y deslizamientos de tierra.
Debemos prepararnos para este nuevo escenario climático. No solo mejorando nuestros sistemas de alerta temprana e infraestructura, sino también adaptando nuestras políticas para abordar el cambio climático de manera integral.
Debemos invertir en medidas de adaptación y mitigación, como la reubicación de comunidades vulnerables, la restauración de ecosistemas naturales que actúen como barreras protectoras contra inundaciones y el reforzamiento de la infraestructura crítica.
Para el Valle de Sula urge la construcción de El Tablón. La prevención debe estar en el centro de nuestras políticas públicas.
Los huracanes y tormentas extremas ya no son eventos aislados; son síntomas de un problema global que exige soluciones locales y regionales. A medida que los océanos siguen calentándose, Honduras debe estar a la vanguardia en la lucha contra el cambio climático y la preparación para sus efectos.