Nambe, me dijo en guasa, con su mirada pícara de indio caribeño, mientras caminábamos al punto. Solo fíjese que ahora ya el hombre el que está allá donde los cheles ya siente pasos de animal grande, nambe, que le resopla el diablo en la nuca pues. Creo que en estos días le cantan la realidad en inglés y como que los trances y acuerdos que, según él, tenía, ¡muy bien gracias!
La verdad es para preocuparse, si lo menos que le quieren poner son cuatro décadas como la canción aquella, me dijo, cruzando la calle algo avión, que no se lo levantara una moto que ahora salen hasta de abajo de la tierra y conociendo la ley de tránsito, tanto como conozco yo el talmud, creo.
Ya en el punto, mientras hacíamos la cola, me señaló un póster de esos que se ven en las esquinas, ya algo raleado por el sol, de un político oficialista, hablando difícil diría la doña. Solo fíjese en los que están, ¿no cree usted que también eso les preocupa? ¡Nambe compa!, si casi se miran ellos allí sentaditos con traductor y todo. Es que éstos son bárbaros, no tienen fondo, la verdad, solo fíjese que no importa el puesto, medio tienen algo de poder, el amago de poder y ya muchos empiezan a ver cómo travesean, a ver qué jalan para su matate, es que esa vaina está bien metida. Antes solo eran corruptos varios, viendo cómo mamaban de la teta, ahora son algo más, que les da por mover polvo para los yunai y andar de yines y sombrero, todos botudos, aunque vivan en la capital, me dijo riéndose. A saber cómo andarían de desatados que hasta tuvo que venir una doña, alta poporoila del norte, del Army o algo así, supongo que a hincarlos en maicillo, que no empezaran con inventos pues, y que se portaran bien, que se dejaran de cosas y así como vino sin mucha bulla, se fue la doña, pero que quedaron calladitos quedaron ¿vaa? Capaz les dijo que se miraran en el espejo ese, del señorón, cacique caído, ¡que ahora soca para que no le toque morirse en la chirona!
Tal vez hacen caso éstos, porque con los cheles no se sabe, cabal como los tamales que trajo mi tía, emocionada venía, le habían dicho que eran deliciosos, los compró emocionada, esperando un manjar, olían rico, parecían sabrosos y cuando se abrieron, solo masa desabrida traían. Cabal como las promesas que se hacen, los transes que se llegan, pero a la hora de la verdad, son otra cosa y nada agradable y no lo que uno esperaba.