Aja eso mero pensé yo, me dijo, con mirada profunda, como ojos de pozo, oscuros y fríos. Eso mismo pensé yo, repitió más para el que, para mí, por donde veo, solo eso veo, miro y miro y solo eso veo. Eso me asusta y lo peor, enfría mi alma, me da ese frío como de panteón, como si le diera un abrazo la muerte y le susurrara a uno que lo ama. Así de fregados estamos, compa, donde veamos lo vemos y se le enfría el alma, supongo que por las lágrimas que brotan en silencio al ver lo que vemos.
No sé qué nos pasa, la verdad, hemos cambiado el paraíso, hemos cambiado la vida, hemos cambiado la juventud, por lo que vemos, por lo que vivimos, por lo que somos. ¿Se imagina, compa?, solo vea y sepa, vea la selva verde vida, el sol de oro que nos besa a diario, el ópalo que brilla con fuerza en la risa de los niños, la juventud que nos envuelve, la energía de sus andares y amores, todo eso hemos cambiado, por esto, compa.
Y lo peor es que nosotros lo aceptamos, nosotros lo permitimos, nosotros somos los culpables, no sólo es el malandro que busca vida, no sólo es el sicario que la quita o el político que lo permite, somos nosotros, compa, los que lo hemos permitido, por miedo o costumbre, pero hemos cambiado y tesoro por una poneca.
Todos los días, desde temprano lo vemos, lo leemos, lo oímos, lo sentimos, lo vivimos, la muerte ahora nos sonríe como esas amantes que saben que pronto yaceremos a su lado en su lecho de piedra , nos coquetea y baila al son de la pólvora que truena, el fuego que baña, la cordita y el plomo es su perfume, el perfume acre que nos recuerda la tragedia y los ríos que lloran, que corren raudos como corceles desbocados, con su bandera carmesí que poco a poco se apaga, el color de la vida que huye de esos cuerpos que se despiden de su alma eterna, robada por el plomo hirviente, congelados en rictus de dolor y sorpresa para toda la eternidad. Así estamos compa, con miedo, con angustia de seguir aquí y lo peor es que nosotros lo hemos permitido, hemos dejado que nos robaran la paz, hemos permitido la tragedia, y, ¿sabe, compa?, que solo nosotros somos los culpables, los únicos, nadie más, somos los permisivos que casi a diario esos ríos lloren.