Hace unos 20 años, un consumado lector y buen amigo, sobretodo porque me corrigió, me hizo ver mi error al replicar un texto -casi poesía en prosa- atribuido a Gabriel García Márquez cuando en realidad es una carta escrita por el ventrílocuo mexicano Johnny Welch.
Gabo probablemente se sintió ofendido cuando un adulador, a saber, con qué intención, le restó el mérito al verdadero autor de “Marioneta” y se lo atribuyó al Nobel colombiano quien más bien aseveró que la causa de su muerte sería «la vergüenza de que alguien crea que de verdad escribió una cosa tan cursi”.
Desde entonces muchos más han persistido en esa equivocación replicándola y además otras, como parte de una cultura impostora, especialmente en las redes sociales en las que, sin rigor y apego a la verdad y menos sentido lógico y sin carácter crítico, “sin ton ni son”, citan o acuñan frases “célebres” de personajes famosos que, nunca abrieron la boca para decir tales cosas y menos tomaron una pluma para escribirlas.
Lo apócrifo está vinculado a la autenticidad de una obra respecto a su autoría. Por varias razones, muchas veces se atribuye de forma incorrecta una creación a una determinada persona. Viene de apokryphos aparece en el Nuevo Testamento y significa simplemente “cosas ocultas”. En el uso cotidiano y práctico, la palabra apócrifo también significa “supuesto, falsificado, no auténtico”. En la formación del canon cristiano de las Escrituras, “apócrifo” pasó a tener el sentido de obras que no fueron divinamente inspiradas y carecen de autoridad.
Como el oriundo de Aracataca, su colega igualmente Nobel de Literatura, originario de Arequipa, Mario Vargas Llosa, ha sido víctima de los impostores intelectuales; una de las más conocidas es la falsa columna de opinión titulada “Sí, lloro por ti, Argentina” en la que se usan algunas frases acordes al real pensamiento de Vargas Llosa, pero que el escritor peruano ha desmentido y califica el texto de “perverso” y “vulgar”.
Igualmente, ese comportamiento torcido, alcanzó al humorista y caricaturista argentino Joaquín Salvador Lavado Tejón más recordado como “Quino”, creador de Mafalda.
Gracias a las redes sociales y las cadenas de correo electrónico se viralizó “La vida según Quino”, una oda a lo que sería la vida si transcurriera en sentido inverso. El texto contiene frases como: “Uno debería morir primero para salir de una vez de eso”, o “luego empiezas a trabajar por 40 años hasta que eres lo suficientemente joven para disfrutar de tu jubilación”. El apoteósico cierre dice “hasta que tu vida se apaga en un tremendo orgasmo. ¡Esto sí es vida!”.
Ese texto se trata de un producto falso creado seguramente por un admirador anónimo y en varias ocasiones el célebre caricaturista desmintió ese apócrifo y otros rumores, como el falso cumpleaños de Mafalda o su propia muerte.
De esas conductas impostadas tampoco se ha salvado el Papa. Diversas redes sociales han tornado la imagen del Papa Francisco con la intención maliciosa de colocar expresiones y discursos que nunca ha dicho e ideas que mucho menos se le han cruzado en sus pensamientos, y tampoco las ha escrito.
Otras locuciones, adjudicadas al pontífice, son elaboradas con fines siniestros y sus autores digitales colocan al Papa Francisco en situaciones muy incómodas y terminan vilipendiándolo razón por la cual se estima que «los tribunales modernos son las redes sociales».
De estas artimañas, que son múltiples, también han sido víctimas, Miguel Cervantes Saavedra, Jorge Luis Borges y Mario Benedetti, para mencionar sólo algunos nombres insignes de la literatura hispanoamericana.
En el caso de Borges, “Instantes” fue la falsedad que ofendió a la esposa del fallecido escritor argentino. Se trata de un escrito reproducido en una edición del libro “Borges y México”, de Elena Poniatowska.
Con un inicio que dice «Si pudiera vivir nuevamente mi vida, en la próxima trataría de cometer más errores”, el poema se ha atribuido falsamente al escritor argentino desde 1983, tres años antes de su muerte.
La autora del libro cayó en un error que María Kodama, viuda de Jorge Luís Borges, calificó como “imposible de imaginar”. La editorial Random House Mondadori tuvo que sacar de circulación el libro y reeditarlo en el año 2012.
Estos hechos, al igual que audios o videos simulados, o montajes sobre personalidades que trascienden la historia, son considerados por algunos como verídicos o reales instalándolos en escenarios más o menos creíbles.
Es todo eso una práctica maliciosa en la que igual divulgan o “suben” poemas y pensamientos ajenos suplantando la autoría de los escritores originales en favor de otros autores.
El colmo de la suplantación es cuando utilizan las habilidades de los «hackers» con el propósito calumnioso e injurioso de imitar la voz de cualquiera con el fin de juzgarlo por hechos delictivos en los cuales jamás incurrió.
Así, se trata de una diversión barata de oficiosos de la falsedad y la impostura, diligentes sin oficio, festinados en hacer creíble la mentira y afanados aprovechados de la ignorancia y la estupidez ajena.