Con el embeleso con el que se promociona lo comercial y la desmesura para promover lo banal, trascendió el estreno de la película, casi comedia, sobre “Barbie”, la muñeca más famosa del mundo, y se conoció también la tragedia de una niña de un año, muerta bajo la custodia del Estado a través de la Dirección de la Niñez, la Adolescencia y la Familia, (DINAF).
Esa muñequita, real, fue “rescatada” de sus padres por su grave desnutrición, descuido y pobreza, y por una neumonía murió en el hospital “Mario Catarino Rivas” tras ingresarla desde el centro “Nutre Hogar”, una organización privada contratada para cuidar menores en precariedad.
Al mismo tiempo que en la televisión “los vivos” en sus noticieros hacían escarnio con los muertos y en sus espacios de ocio y farándula sus guapas presentadoras de encantos o turgencias impostadas, o no, y con sus colores y vestidos color rosado simulaban también ser hermosas maniquíes, se reportó la muerte violenta de otras “barbies”.
Así, en el barrio “Las Crucitas”, en Santa Cruz de Yojoa, Blanca Estela Sorto expiró a manos de un hombre que ingresó a su casa y la atacó con cuchillo.
Igualmente, desde Lempira, se informó del asesinato con machete de las hermanas Eubencia y Albina Martínez Milla, en una quebrada del caserío “Las Piletas” del municipio San Francisco.
El mismo lunes, también se produjo el crimen a tiros contra Yesenia Suyapa Orellana López muerta en la aldea Gualchoca, en El Naranjito, Santa Bárbara.
De esa forma, mientras unas “barbies” viven del cine y la televisión, otras mueren en diferentes partes y por diversas causas, pero en su mayoría por el descuido del Estado que tiene como razón de ser al individuo.
Esas “barbies” además perecen por la violencia de sus cónyuges o conocidos, por la criminalidad generalizada de la que algunas son cómplices, y así sigue creciendo el número de féminas idas al más allá o venidas al más acá sin que se visualicen estrategias para detener la hemorragia que desangra al país.
Eso no son ficciones cinematográficas ni pantomimas de adefesios televisivos, sino tragedias, dramas mortales y una preocupación de vieja data que, en lugar de acabar crece y se agrava y por el que, aparentemente, se hace poco o no se hace nada por erradicar.
Respecto a la bebé fallecida bajo la responsabilidad del Estado y aunque las circunstancias de su deceso consternan hasta el tuétano, no es la primera vez que niños bajo el cuidado de centros de menores en lugar de ser protegidos han sido víctimas especialmente de abusos sexuales.
Esta columna cerebral en el diario El País, bajo el título “Los Malditos”, el jueves de 4 de noviembre 2022, señaló que cifras de la Dirección de la Niñez, la Adolescencia y la Familia, (DINAF), daban cuenta que cada día, en promedio, se registraron 4.6 denuncias relacionadas con delitos sexuales a menores de edad, hechos relacionados con la pobreza y el hacinamiento.
No debiese ocurrir problema tan aberrante, habida cuenta que hay 169 “instituciones residenciales de cuidado alternativo” o casas hogares supuestamente destinadas a cuidar y proteger a niños en riesgo social, pero contrario a eso, ahí, en sus cuidadores han encontrado a sus verdugos, auténticos mal paridos y delincuentes sexuales.
Para una muestra varios botones, en 2022, por denuncias sexuales hubo detenciones en el “Ministerio Puertas Abiertas”, en Tocoa, Colón; antes se registró la sentencia de casi 28 años de cárcel para Reyna Yamileth Osorto, agresora sexual de cinco niñas en el “Hogar: Yo Quiero Ser”, de la colonia “Sandoval Sorto”, de San Pedro Sula.
Se añade la sentencia de 282 años de reclusión para Justo Pastor Aguilera Osorto, un licenciado en filosofía que por años violó niños en el centro “Mis Nuevos Sueños” del sector “Satélite”, de San Pedro Sula; y se agrega Jairo Joshua Alvarado Moradel, instructor del hogar “Enmanuel”, de la sampedrana colonia “Bográn”, sentenciado a 137 años por ilícitos sexuales. Esa y otras sentencias infortunadamente confirman la existencia de este tipo de malditos en los albergues de menores.
Esa desventura ha sido una infamia hasta hace poco invisibilizada y casi tolerada, especialmente en contra de los más pobres o en riesgo, no sólo social, sino vulnerables a peligros de todo tipo que nunca estuvieron seguros en sus casas, peor en algunos centros de menores.
Pobres güirros nuestros niños, ni siquiera han sido protegidos en “las casas de Dios”, templos e iglesias, madrigueras algunas de curas y pastores descarriados, pervertidos por el pecado y consumidos por el sexo que, con saña se han cebado atacando a niñas y niños y volviendo auténticas pesadillas sus más alegres sueños.
Evidencia de lo antes expuesto se produjo en 2007 en un centro de menores de El Progreso, en el que el sacerdote católico estadounidense Joseph Maurizio, abusó de huérfanos en la “Fundación ProNiño”.
También en esa galería maldita está Roger Abraham Flores Díaz, “anciano” mormón sentenciado a 221 años por 13 delitos de violación especial a una menor de 12 años; y además Franklin Geovanny Cabrera, pastor evangélico, sentenciado en 2017 a 136 años de prisión por ocho violaciones a cuatro niños.
Lo anterior evidencia la falta de supervisión y carencia de una política de Estado que proteja a la niñez en riesgo, lo cual genera que esos crímenes se cometan en total impunidad y para que eso ocurra contribuye la limitada capacidad del Dinaf y su poca cobertura territorial de servicios encaminados a resolver situaciones de vulnerabilidad.
Algo urgente deberá hacer el gobierno para no normalizar lo anormal como el masivo asesinato de mujeres, la muerte de niños por descuido de niños y los abusos en albergues o centros de menores
Así, se deben adoptar medidas fuertes para atacar el efecto, consecuencias y las causas para combatir esta otra pandemia porque hoy la fantasía tiene el tinte característico de la “Barbie”, pero en lo real hace mucho “la cosa tiene color de hormiga” que, no es el rosado de la famosa muñeca si no el rojo de la sangre por la muerte de las ‘barbies” que a pocos importan.