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domingo, abril 20, 2025

La lectura y la conexión genuina

Las redes sociales se han convertido en herramientas poderosas en nuestras vidas, aunque a menudo contradictorias.

Por un lado, fomentan el insulto y la división impulsada por algoritmos que priorizan la
confrontación como mecanismo para generar más “tráfico” y, consecuentemente, más ventas.

Por otro lado, también nos regalan momentos de conexión y autenticidad, cuando son usadas para compartir lo mejor de nosotros.

Recientemente, un admirado empresario compartió en Facebook un fragmento de su vida que nos pareció interesantísimo y valioso.

En dicha publicación habló de su amor por los libros, de cómo la lectura había moldeado su pensamiento y de cómo continúa siendo un pilar fundamental en su vida diaria.

La publicación, diligentemente elaborada, transmitía una pasión por el aprendizaje que resonó profundamente.

Al leerla, no solo encontramos similitudes en nuestras fuentes de lectura, sino también una oportunidad para reflexionar sobre la lectura y el impacto positivo que las redes pueden tener cuando son usadas con propósito.

El amigo narró cómo creció rodeado de libros, desde las novelas de Julio Verne, Arthur Conan Doyle, Miguel de Cervantes, y de escritores hondureños como Ramón Amaya Amador, Clementina Suarez, Froylán Turcios, Alfonso Guillén Zelaya, entre muchos otros.

La lectura, según describió, no era para él una obligación, sino un placer inculcado por su madre, una mujer que entendió el valor de cultivar la mente desde una edad temprana.

Esa pasión lo llevó a explorar áreas más complejas con los años, desde la economía hasta la tecnología, y a construir una biblioteca que, según él mismo dice, es uno de sus mayores tesoros.

Sus lecturas diarias son muy similares a las nuestras: Wall Street Journal, Financial Times, New York Times, The Economist, Foreign Affairs y Harvard Business Review.

Otros, ya más especializados y relacionados a su profesión no los leemos, pero seguramente son fuentes ricas de conocimiento.

En nuestro caso agregaríamos la revista The Spectator, probablemente la revista semanal más antigua del mundo y con un contenido fascinante (aunque con bastante énfasis en el Reino Unido).

Esta narrativa nos recordó nuestra propia relación con la lectura y cómo los libros han sido una brújula en nuestra vida personal y profesional.

Leer no solo abre puertas al conocimiento, sino que también nos permite desarrollar habilidades esenciales, como la capacidad de analizar, escribir y comunicar con claridad.

Al igual que nuestro amigo, encontramos en los libros una fuente inagotable de inspiración, aunque a diferencia de él este hábito no lo adquirimos desde niños, sino que hasta que iniciamos a ejercer nuestra profesión.

Rápidamente aprendimos que para los abogados la lectura no es un asunto negociable. El profesional del derecho que no lee está condenado al fracaso. Y no se trata solo de temas jurídicos, sino que de una lectura mucho más amplia que incluye historia, filosofía y ficción.

Todo ese conjunto nos proporciona las herramientas para ejercer nuestro oficio de manera responsable, sobre todo porque una buena parte de las consultas que nos hacen tiene un origen eminentemente humano, no necesariamente legal.

Sin una base amplia de conocimiento, difícilmente encontraremos las respuestas que nuestros clientes requieren.

Como expresa el amigo en su publicación: “No he sido exitoso en todo, de hecho, he aprendido más de mis errores y de mis fracasos que de lo que algunos pudiesen considerar “éxitos”.

Pero no pierdo ese apetito por aprender – leo de manera insaciable, como si fuera a vivir para siempre”.

Es ese tipo de devoción a la lectura y al aprendizaje que nos encantaría que se volviese viral en las redes sociales.

En un contexto donde las redes sociales muchas veces fomentan el ruido, publicaciones como la de nuestro amigo son un recordatorio del lado luminoso de estas plataformas.

Es posible usarlas para construir, compartir y conectar de manera auténtica. Su relato, que mezcla experiencias personales con reflexiones profundas sobre el valor de la lectura, demuestra que aún existe espacio para el diálogo positivo y la inspiración en
estos entornos digitales.

Es necesario cambiar el rumbo. Las redes sociales deben ser algo más que una caja de resonancia de confrontación.

Podemos usarlas para promover el pensamiento crítico, la creatividad y el aprendizaje colectivo, en lugar de perpetuar divisiones.

En un mundo inundado de información, necesitamos más publicaciones como esa, que nos recuerden el poder de la lectura y el conocimiento para cambiar nuestra perspectiva.

Las redes sociales, si las usamos con intención, pue.den ser mucho más que un escenario para el conflicto. Pueden ser, también, una extensión de nuestras bibliotecas, donde compartimos ideas que nos inspiran a crecer y a aprender como si fuéramos a vivir para siempre.

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