17.7 C
Honduras
lunes, abril 21, 2025

La guerra y la paz

Cosas del azar o del destino, el jueves reciente, 13, mi periplo vacacional me llevó hasta San Salvador, ahí, entre la placidez del ocio y la lectura, medité que se cumplían 54 años del conflicto denominado aquí “guerra del fútbol” o “guerra de las cien horas”, entre Honduras y El Salvador, países hermanos que, como Caín y Abel, prefirieron tomar las armas para arreglar situaciones que pudieron solventar con las palabras.
Un día antes, ya elucubraba al respecto desde que pasamos frente al “Monumento al Soldado”, en La Arada, Goascorán, Valle, con el cual se conmemora a los militares caídos cuando el ejército salvadoreño invadió Honduras el 14 de julio de 1969.
No era el primer conflicto bélico que enfrentaba nuestro país, pues antes, en 1957, en la llamada “Guerra de Mocorón” fue atacada por Nicaragua, como una maniobra del gobierno de Luis Somoza, para afianzarse en el poder y superar la crisis posterior al magnicidio de su padre.

De ahí, que tras breves lecturas y un rápido repaso de los hechos, se me ocurrió el título que antecede en rememoración de la novela cumbre del escritor ruso León Tolstoi “Guerra y paz” que, según el italiano Renato Poggioli, en su ensayo “Tolstoi as Man and Artist”, es la recurrencia de una serie de comparaciones que hacen que las guerras y las paces de la historia parezcan vanas y mezquinas confrontadas con las paces y las guerras de la vida y de la naturaleza, que son el amor y la muerte.
Más de un año de vida tenía yo cuando transcurrieron las escaramuzas en las fronteras sur y occidente, consecuencia de lo que aquí se dijo fue la agresión salvadoreña, pero visto que la historia es según quien la escribe; el diario El Mundo, de El Salvador, en su edición del 14 de julio de 2020, se refiere a esos hechos como “guerra de Legítima Defensa” en referencia al conflicto armado ocurrido entre el 14 y el 18 de julio de 1969.

Al respecto, Wikipedia señala que por la presión social de tener grandes masas de jornaleros sin tierras que podían ser fuente de revueltas contra el gobierno y para paliar el descontento de los campesinos, el presidente hondureño Oswaldo López Arellano realizó una reforma agraria sin afectar a los grandes propietarios de tierras (entre los que se contaba la empresa estadounidense United Fruit Company, dueña del 10 % de la tierra cultivable de Honduras).

Esa solución del gobierno consistió en expropiar tierras a los campesinos salvadoreños que habían vivido aquí durante generaciones y que se habían hecho propietarios a base de esfuerzo propio, además de expulsar a los jornaleros salvadoreños residentes en Honduras.

Esto generó una persecución de salvadoreños en Honduras por el escuadrón clandestino «La Mancha Brava», surgido en los meses previos a la guerra. Esta formación paramilitar asesinó y detuvo a una gran cantidad de salvadoreños en la zona fronteriza, lo que produjo un «regreso» masivo a El Salvador y agudizó la situación entre los dos países.
El calificativo de guerra del fútbol lo acuñaron el reportero polaco Ryszard Kapuściński y el reportero jamaicano Bob Dickens, y se tomó de la historiografía anglosajona (en inglés: Football War o Soccer War), debido a la coincidencia con un partido de fútbol que el 26 de junio de 1969 enfrentó a las selecciones de El Salvador y Honduras con motivo de la clasificación para la Copa Mundial de Fútbol de 1970.

Ambos gobiernos, con militares a la cabeza, aprovecharon esa escalada de tensión para orientar la atención de sus poblaciones al exterior, en vez de enfocarse en los conflictos políticos internos de ambos países.

Además, los medios de comunicación alentaron el odio entre hondureños y salvadoreños. Los conservadores en el poder en El Salvador temían que la expulsión de salvadoreños de Honduras causase tensiones sociales: más campesinos implicarían más presiones socioeconómicas en El Salvador, cosa que ocurrió.

Debido a la pasividad del gobierno hondureño ante el genocidio que cometía «La Mancha Brava» sobre los salvadoreños en Honduras, las autoridades de El Salvador decidieron intervenir militarmente en Honduras.

Fue el 14 de julio de 1969 que estalló la guerra entre ambos vecinos, y cualesquiera que sean las causas y los nombres dados a dicho conflicto armado, lo irrebatible es que murieron seis mil civiles y, aunque en Cuscatlán afirman que fueron desterrados 100 mil de sus compatriotas, lo cierto es que muchos más viven acá, conozco familias completas y a su descendencia y, al parecer, a casi todos les va bien.
El cese al fuego a la belicosidad desatada llegó la noche del 18 de julio, y ambos países los respectivos países proclamaron victoria.

La portada de diario El Mundo, del 18 de julio de 1969, muestra a tropas salvadoreñas izando la bandera de El Salvador en Nueva Ocotepeque.

Fue hasta el 30 de octubre de 1980 que, en Lima, Perú, con la mediación del prestigiado jurisconsulto José Luis Bustamante y Rivero y al auspicio del presidente peruano, Fernando Belaúnde Terry, que se firmó el Tratado General de Paz entre El Salvador y Honduras, delimitándose la frontera terrestre tradicional. Sin embargo, en 1986 -debido a la falta de acuerdo entre ambos países-, el diferendo fronterizo fue llevado a la Corte Internacional de Justicia, en La Haya, Holanda.

Más de medio siglo ha transcurrido desde ese choque armado, y aunque no es malo conmemorar tal hecho de guerra, es mejor celebrar la paz que, entre los sinsabores de la corrupción, la criminalidad y la inseguridad, se vive entre los vecinos más similares y parecidos, esperanzados quizás en ambos lados de la frontera que nunca, nunca tal desbarajuste se repita. Jamás.

Artículo anterior
Artículo siguiente
- Publicidad -spot_img

Más en Opinión: