La topografía de San Pedro Sula es plana, con algunas pocas pendientes, transitar por la ciudad es relativamente fácil, pero el desorden vial que impera por la falta de planificación, hace que todo se complique. Al conducir, hay que estar pendientes no solo de los altos y los pocos semáforos que tiene la ciudad, también hay que estar bien despiertos y usar los retrovisores y, si es posible, instalar una cámara porque hay muchos obstáculos que sortear.
Otro aspecto, al que se debe prestar especial cuidado, son las personas que cruzan las calles y bulevares porque no hay puentes peatonales o por miedo a que los asalten al usarlos o sencillamente porque no tienen cultura vial. También, están las carretas haladas por caballos, que de noche son difíciles de ver, animales vagabundos, personas pidiendo en medio de las calles, motocicletas rebasando por la derecha, por la izquierda, por enfrente, por atrás, por donde se les ocurra.
Y bien, ¿dónde quedan las bicicletas? ¿Será que descartamos masificar su uso, en vez de organizar la ciudad? ¿O mejor las consideramos como una alternativa económica, ecológica y saludable? La manera en que la ciudad está diseñada es para fomentar el uso de los vehículos automotores, por eso es que lo primero que la mayoría de las personas hace al tener la oportunidad es comprar un vehículo de segunda o nuevo, si tiene mayores ingresos.
La actual cultura vial nos lleva a pensar que las bicicletas son para las personas de bajos ingresos, para las que no pueden comprarse un carro. En vez de ver el potencial que tiene este vehículo, inventado en 1817 por el alemán Karl Freiherr von Drais, originalmente era un aparato de madera y como dato curioso no tenía pedales, se impulsaba con los pies (estilo Pedro Picapiedras), pero gracias a la innovación que hizo un herrero que vio la utilidad de este vehículo, Kirkpatrick Macmillan de origen escocés, en 1839 agregó los pedales y ruedas, posteriormente, gracias a las innovaciones que hicieron otras personas, se logró tener una bicicleta como la que conocemos en estos días y se le atribuye al inglés John Kemp Starley en 1885.
En la actualidad, en muchos países europeos se estimula más el uso de las bicicletas como medio de transporte. Estas ciudades se preparan para proteger con ciclovías a los usuarios, para brindarles la seguridad necesaria para usarlas sin temor a ser atropellados, mientras se conducen a sus centros de trabajo, educativos o cuando simplemente dan un paseo o practican ejercicio. Los Países Bajos (nombre oficial de Holanda) se calcula que tiene más bicicletas que personas, ellos hicieron desde hace más de 50 años un cambio, motivados por el creciente parque vehicular y una infraestructura vial que les imposibilitaba albergar tantos vehículos y las altas tasas de accidentes. En la actualidad este país cuenta con aproximadamente 35,000 km de infraestructura dedicada a las bicicletas y éstas tienen prioridad sobre los automóviles.
¿Será que esto solo se puede hacer en países europeos? Hay evidencia científica que demuestra que países latinoamericanos han empezado a transitar por esta ruta, potenciando el uso de la bicicleta. Según un estudio financiado por GIZ (Cooperación Alemana), donde se ilustran las buenas prácticas de algunas ciudades colombianas. El costo-beneficio de impulsar infraestructura para el transporte activo representa una inversión mucho menor y los beneficios superan en todo aspecto al tráfico de automotores. (https://www.despacio.org/portfolio/financiar-movilidad-activa/). Incentivar el transporte activo y micromovilidad, versus las obras para tráfico motorizado, es un ganar-ganar para los usuarios, para la calidad del aire, para el descongestionamiento de la ciudad.
Sí, por supuesto, para hacer estos cambios se requiere planificación, dejarse asesorar por expertos, invertir de manera transparente en estas obras, brindar seguridad a los ciudadanos que quieran utilizar la bicicleta como medio de transporte. Con el nivel de desorden vial que tiene la ciudad actualmente, es momento de hacer un alto y buscar soluciones prácticas y sostenibles, aliarse con socios estratégicos para desarrollar ciclovías y brindar el respaldo necesario a este tipo de proyectos.