Redacción. El huracán Mitch, que se formó en octubre de 1998, se convirtió en uno de los desastres naturales más devastadores en la historia de América Central.
Con vientos de hasta 290 km/h y lluvias torrenciales, este fenómeno meteorológico dejó una profunda huella en la región, causando la muerte de más de 11,000 personas y desplazando a cientos de miles.
El 22 de octubre de 1998, pocos meteorólogos podían anticipar la magnitud del desastre que se avecinaba. Mitch, que inicialmente era solo una tormenta tropical en el Caribe colombiano, comenzó a intensificarse rápidamente.
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En cuestión de días, alcanzó la categoría 5, amenazando a países como Honduras, Nicaragua y El Salvador.
El 29 de octubre, Mitch tocó tierra en Honduras. Aunque perdió algo de fuerza al adentrarse en el continente, sus efectos devastadores continuaron.
Las lluvias torrenciales provocaron inundaciones masivas y deslizamientos de tierra. En Choluteca, las lluvias desbordó ríos y arrasó comunidades.
El impacto en la agricultura fue catastrófico. Aproximadamente el 70% de las tierras cultivables fueron destruidas, lo que dejó a la población en una crisis alimentaria.
Cabe mencionar que el Mitch, también impactó en Nicaragua, donde dejó una estela de destrucción. Alrededor de 2 millones de nicaragüenses se vieron afectados, con decenas de miles de viviendas destruidas y comunidades enteras desplazadas.
El legado de Mitch perdura en la memoria de los pueblos de Centroamérica. La región no solo enfrentó el desafío de la reconstrucción, sino que también aprendió lecciones sobre la importancia de la preparación ante desastres.
Hoy, 26 años después, recordamos la tragedia y rendimos homenaje a la resiliencia de aquellos que han trabajado para sanar las heridas que dejó el huracán.
La historia de Mitch es un recordatorio de la fuerza de la naturaleza y de la fragilidad de la vida humana.