Pues, dijo la doña mientras se secaba las manos en su delantal, esa prenda tan típica de nuestras mujeres en donde en sus bolsas se guardan desde vueltos para el negocio y hasta dulces para los nietos. Todos aquí tenemos alguna imagen de alguien especial con esa prenda tan sencilla tan de nuestra realidad, uno se transporta a ese instante donde más de una madre o abuela con su delantal de tonos varios, pero tan de ellas, que nos llena de recuerdos y cariño. Mire, me dijo seria, con mirada penetrante, yo, lo que más me preocupa, no es la inseguridad, no es que ni a la esquina puede salir uno sin ver a todos lados y ¡ni quiera Dios que se pare una moto a la par! Tampoco es que nos estemos muriendo de hambre despacito con todo cada día más caro y los sueldos más raquíticos o que el fluido eléctrico ahora sea como esos billetes de quinientos que sabe uno que existen pero ni se conocen.
Lo que más me preocupa es que, así como estamos perdiendo nuestros jóvenes en desbandada al extranjero para buscar el bocado, que mejor se van a probar suerte a la calle, a ver si llegan a la frontera con la esperanza de ganar en verde, eso sí, con el miedo de ahogarse en el río, eso, o que lo secuestren esos hombres que mientan, también estamos perdiendo nuestra esencia de lo que somos y lo que hemos sido, estamos dejando de ser nosotros, igualito como la marimba que antes se oía en todos lados pero ahora solo es un eco en lo lejos, así mérito nos está pasando. Fíjese, me dijo, que los güirros, ahora a los pobres les quieren meter profesores de otras tierras que, obvio, enseñan de cosas de otras tierras, les quieren enseñar de próceres foráneos y culturas ajenas y los de aquí por encimita nada más. Nambe, si aquí nosotros tenemos una historia tan rica como el oro que jalan nuestros ríos, tan hermosa como la más voluptuosa india y tan llena de vida como el agitar de las caderas de nuestras diosas de ébano. Nambe compa, si aquí tenemos de todo, aquí donde nos mira platicando, en la sangre de uno corre brava la historia de nuestros pueblos, tan variada como los fuegos que viven en nuestros ópalos, creadores de civilizaciones infinitas, tan o más grandiosas que otros pueblos en otras tierras, eso corre en nuestras venas y ni se imagina ¿vaa?
No me mal intérprete don, es bueno saber de todo, otros idiomas, otras culturas, pero cada día se pierde más la nuestra, nos estamos descolorando, como esas fotos dejadas al sol. Imagínese que, hasta los cumpleaños, si uno dice que dará arroz con pollo y fresco de chan en el patio de la casa, hasta lo ven raro como si eso no ha sido siempre.
Ahora es de comer pollo frito o pizza en un centro de comidas rápidas, bien regados con gaseosas y anuncios en inglés, así de fácil se va muriendo lo que somos, en unos años esos niños de ahora ni sabrán ni querrán conocer nuestras tradiciones, no sabrán lo que es ser de aquí, si hasta el chan ahora le dicen diferente, ¿se imagina? La horchata y el fresco de chan solo son recuerdos de lo que fuimos porque ya no es. Todo se está diluyendo, se está perdiendo el sabor a lo nuestro por el sabor de lo ajeno, tal vez sea el progreso, como dicen, pero para mí, que soy solo una vieja ignorante, para que un pueblo crezca, que sea grande y que florezca de verdad, tiene que saber de dónde viene, para tenerle amor a su razón de ser y así saber adónde va, con su identidad clara, no como ahora que ni se sabe si vamos o venimos. Sí don, me recalcó, primero tenemos que recordar quiénes hemos sido y quiénes somos y solo así sabremos adónde queremos ir.