El fallecimiento del papa Francisco no solo cierra una etapa trascendental en la historia de la Iglesia católica, sino que abre también el análisis de un pontificado que combinó reformas profundas con fuertes controversias dentro y fuera del Vaticano.
Su liderazgo, iniciado en 2013 como el primer pontífice latinoamericano, estuvo marcado por un inédito impulso reformador, un estilo pastoral cercano y decisiones que generaron divisiones incluso dentro del propio clero.
Reformas contra la corrupción en la Curia
Desde el inicio de su pontificado, Jorge Mario Bergoglio se propuso erradicar la corrupción económica enquistada en el Vaticano.
Escándalos como el de Vatileaks (2012), la crisis del Banco Vaticano y el caso del cardenal Angelo Becciu —destituido en 2020 por un millonario desfalco— marcaron un antes y un después en su agenda de transparencia.
Enfrentando resistencias internas, Francisco creó nuevos órganos de supervisión financiera, cerró 5.000 cuentas irregulares del Instituto para las Obras de Religión (IOR) y, en 2021, emitió un motu proprio que prohibió a funcionarios vaticanos invertir en paraísos fiscales o empresas contrarias a la doctrina católica.
Tensión y distancia con España
A diferencia de sus predecesores, Francisco mantuvo una relación distante con la Iglesia española.
Rechazó reiteradas invitaciones a realizar una visita oficial, incluyendo a lugares significativos como la cripta de San Ignacio de Loyola.
Su única presencia fue una escala breve en Santiago de Compostela.
Se atribuye esta distancia a tensiones con el episcopado español, al que criticó por la gestión de los seminarios, la influencia del Opus Dei y la insuficiente respuesta ante los abusos sexuales.
A pesar de sus reticencias, recibió en el Vaticano a los Reyes y evitó pronunciarse sobre el conflicto catalán, aunque según fuentes eclesiásticas frenó un comunicado en favor de la unidad de España tras el referéndum del 1-O.
Política exterior: entre el Sur global y la controversia
En el ámbito internacional, Francisco se alejó del enfoque tradicional del Vaticano alineado con Occidente y adoptó posturas cercanas al llamado Sur global.
Su posición respecto a la invasión rusa de Ucrania generó gran polémica: pidió a Kiev “izar la bandera blanca y negociar”, lo que provocó una dura respuesta del presidente Zelenski.
También fue criticado por su acercamiento a China. El acuerdo firmado con el régimen de Pekín en 2018 sobre el nombramiento de obispos —renovado hasta 2024— fue visto por algunos como una “traición” a los católicos perseguidos.
Su silencio sobre la represión en Cuba y la negativa a reunirse con disidentes también despertaron malestar entre activistas pro derechos humanos.
Conflictos con los sectores tradicionales
Francisco impulsó reformas internas que lo enfrentaron con los sectores conservadores de la Iglesia.
Limitó el uso del rito tridentino mediante el motu proprio Traditionis Custodes (2021), sugirió la comunión para divorciados vueltos a casar en Amoris Laetitia (2016) y respaldó las uniones civiles entre personas del mismo sexo en 2020.
A su vez, nombró cardenales de perfil más progresista para consolidar una mayoría afín en el futuro cónclave y se apoyó en órdenes religiosas como los jesuitas y franciscanos.
Su planteamiento sobre ordenar hombres casados en zonas como la Amazonía también generó controversia.
Su compleja relación con el feminismo
Aunque dio pasos inéditos al nombrar a la religiosa Simona Brambilla como prefecta del Dicasterio para la Vida Consagrada —el cargo más alto alcanzado por una mujer en la Curia romana—, Francisco fue criticado por comentarios considerados machistas.
En una cumbre de 2019 afirmó que “todo feminismo acaba siendo un machismo con faldas”, y en 2024 declaró que “los cotilleos son cosa de mujeres”.
Estas declaraciones contrastaron con sus esfuerzos por incluir a más mujeres en roles de liderazgo dentro del Vaticano, aunque sin avanzar en debates como el diaconado femenino o el sacerdocio.
El papa Francisco será recordado por su estilo cercano, su defensa de los pobres y su empeño reformista.
Sin embargo, también deja tras de sí divisiones, tanto en el seno de la Iglesia como en la arena internacional. Un pontificado que rompió moldes, desafió tradiciones y que, sin duda, marcará el rumbo del catolicismo en el siglo XXI.