21.7 C
Honduras
martes, abril 22, 2025

Filosofía a vuelo de pájaro

A casi nadie le gusta la filosofía. Sin embargo, esta repulsión no es gratuita; tiene su origen en la academia. No gusta porque los profesores nos forzaron a cumplir con un contenido académico que nada tiene que ver con ese “amor por la sabiduría”, como decían los griegos.

En otras palabras, nos metieron en la cabeza precisamente lo que no es filosofía, al obligarnos a caminar forzadamente por un territorio árido y estéril, en lugar de mostrarnos el camino para vivir la vida de una manera más reflexiva, placentera, frugal y feliz. ¿Es esto posible? Claro que sí.

Pero resulta que la filosofía, repito, sembrada estérilmente por el forzamiento académico, es necesaria en nuestras vidas para no dejarnos llevar por los pareceres de otros, los rumores, las opiniones de la gente, los medios de comunicación y por aquellos que nos manejan con propósitos políticos o mercadológicos, mientras dormimos, sedados por la maraña de valores, ideas y formas de ver el mundo. La confusión que vivimos a diario en este momento es producto de la incongruencia reflexiva entre nosotros y el mundo. Tanta información que recibimos y que no hallamos qué hacer con ella, se va acumulando en nuestra cabeza, provocando un verdadero desorden que nos desconcierta y nos angustia.

El tipo de educación que recibimos, los dogmas religiosos, las consignas ideológicas, los escándalos mediáticos, y todo ese coctel de información que recibimos a diario, y que Ayn Rand denominaba los “Input” del subconsciente, son oleadas de datos que chocan intempestivamente en nuestros depósitos cognoscitivos cada vez que abrimos el móvil, vemos la televisión o escuchamos una noticia.

Si no nos acostumbramos a examinar con profundidad cada elemento noticioso, cada hilo en Instagram o “X”, o cada juego de ideas proveniente de supuestos líderes, nos veremos obligados a elaborar nuestra propia percepción de la realidad, ya sea dando “likes” a diestra y siniestra o siguiendo la corriente de las masas irracionales que suben opiniones en las redes sociales motivadas por sus emociones y valores propios, que no siempre son los correctos o entablan congruencia con la realidad. La forma más estúpida de promocionar la holgazanería mental y de cercenar la virtud reflexiva de los individuos, es decir, que la verdad es relativa, que no existe una verdad absoluta, o que cada quien es poseedor de su propia verdad.

Cuando una noticia se vuelve viral, o un escándalo explota; o un suceso mundial se extiende por todo el planeta, es el momento preciso para utilizar el bisturí de la razón, para despedazar cada componente del contenido general, hasta llegar a la médula del hecho, que no siempre se deja atrapar fácilmente. Cuando nos recalcan una idea que todos aceptan sin más; por ejemplo, de que el capitalismo es inhumano y el socialismo es bueno, es el momento preciso para analizar con cuidado de dónde proviene esa idea, quién la emite y por qué.

La mayoría de las veces no nos percatamos de que vivimos en una plataforma de mundos imaginarios. Marx tenía razón cuando decía que permanecemos narcotizados, extrañados, alienados de nuestro propio Yo frente al mundo; que había que salir de ese estado de inconsciencia, ya sea por la razón o por la fuerza, para vivir una vida más plena, libre de falsos supuestos.

**Sociólogo

- Publicidad -spot_img

Más en Opinión: