Conozco profesores que a pesar de la gran presión que todos experimentamos, se
niegan a enseñar de manera virtual.
Sus razones son de lo más válidas; un aula virtual no se puede comparar con el salón de clases tradicional, la manera de interactuar con los estudiantes es totalmente diferente.
Luego están las clases completamente en línea. Escucho a algunos compañeros decir que no se atreverían a enseñar a alguien que no tiene cara, en un espacio que no permite el debatir de las ideas de una manera adecuada, donde no hay un intercambio inmediato con el alumno y donde es imposible saber en qué manera o forma asimila la información, ya que no existe un lenguaje corporal visible.
Además de lo problemático que es asegurarse de que el estudiante esté aprendiendo la manera correcta de escribir y que esté trabajando en sus habilidades analíticas. Otra queja es el tiempo invertido en ello que se duplica. Argumentos muy válidos, insisto.
El otro lado de la moneda nos muestra la invaluable oportunidad que se le da a muchísimas personas que por motivos diferentes no pueden acceder a la educación presencial.
De esta forma pueden comenzar o retomar sus estudios básicos o la carrera que siempre quisieron cursar.
Nuestros países necesitan y cada vez más, gente entrenada y capacitada para diferentes labores. Entre más preparación nos irá mejor, a todos.
La enseñanza a distancia no es una novedad ni mucho menos, desde que lo recordamos. Había muchos que estudiaban por correspondencia por ejemplo, esos que no querían quedarse atrás.
Y en los tiempos actuales esto se vuelve más apremiante. Las grandes corporaciones están esperando de sus posibles colaboradores ya no solo una licenciatura, sino también una maestría y los currículums que tienen un doctorado probablemente serán los primeros en ser revisados.
Incluso si la idea es emprender (ciertamente una de las mejores), uno necesita estar entrenado para ello.
Ya sea de manera presencial o virtual, lo importante es avanzar en nuestra educación, no quedarnos estancados, porque la Premio Nobel de la Paz Malala Yousaftzai tiene mucha razón cuando dice que un estudiante, un lápiz, un libro y un profesor pueden cambiar al mundo. “La educación es la única solución”.