A nadie le gusta que le digan sus verdades. ¿A usted sí? Mucha gente prefiere evitar todo tipo de conflicto, y hasta prefieren que le mientan, o mentirse a sí mismos, a que le digan una verdad.
En muchos grupos de apoyo que conozco, la principal razón por la que la gente no crece es porque vive en negación, ¡y vaya que este es un problema!, pues al que vive en negación, difícilmente se le puede convencer de que hay algo que debe cambiar, ya que él mismo se ha convencido primero que está bien.
El cuento, muy conocido por todos “El nuevo traje del emperador”, escrito por el danés Hans Cristen Árdensen, narra una linda historia, de un vanidoso emperador que en cada evento solía lucir sus atuendos. Motivo por el cual, buscaba siempre lo más novedoso y llamativo. Como siempre, aparece en escena un vividor, que aseguraba tener lo último de la moda: un hilo invisible, el cual solo los inteligentes podían apreciar.
Como nadie quiso pasar por tonto, hasta llegaron a vestir al emperador, el cual también aseguraba verlo. Hasta el día que le tocó lucirlo y alguien del público tuvo el valor de decirle que andaba completamente desnudo.
¿Cree que hoy en día no ocurre esto en las organizaciones? Totalmente. Y en la política, ni se diga. Cuando le toque a usted dar alguna asesoría en política, asegúrese de indicarle al candidato que su trabajo es técnico. Que es un consultor y no un activista. Pues los activistas, siempre le dirán al candidato lo que quiere escuchar.
No digamos cuando ya está en el poder. Rodearse de aduladores sin duda masajea el ego y pronto nos pone en las nubes. Pero es un espejismo que rápido se derrumba y las consecuencias muchas veces son irreparables. Pues lo primero que se crea es un estado de desilusión profundo al darse cuenta de que todo era mentira.
Tampoco creo que debamos recibir o dar “verdadazos” la gente confunde que, por ser honestos, o en honor de decir la verdad, debemos ser duros, ásperos y sin tener empatía para con otros a quienes se les dirán las verdades.
Lo correcto debe ser generar una cultura de la retroalimentación. Pocas organizaciones trabajan en ello, sin saber la importancia que tiene. Saber dar y saber recibir retroalimentación es todo un desafío, pero crea relaciones sólidas, y resultados rápidos y positivos.
En lo personal, muchas veces cuestiono a clientes que buscan un consultor o asesor en donde la opinión no será tomada en cuenta. No es que un consultor lo sepa todo, quizás el cliente sepa mucho más a profundidad, pero entre ambos deben corroborar esas verdades hasta que ambos lleguen a un consenso del suelo en donde están parados.
Ante las crisis, la primera tarea de un líder es hablar con la verdad al equipo. Por dura que sea, y plantearle las luchas y sacrificios que implicará salir de ello, pero de que saldrán, seguro que sí.
En las mismas relaciones de pareja, la retroalimentación es todo un conflicto, pues en la etapa romántica, solo nos adulamos y nos decimos cosas bonitas. ¡Qué difícil es decirle al príncipe azul que debe cuidarse un poco más! O decirle a la dueña de tu corazón que quizás el canto no es lo de ella.
Lo desafío a crear una cultura de retroalimentación. Si usted chupa los dientes, se queja o voltea los ojos cuando sus colaboradores le dicen algo, sepa que no le volverán a decir nada. Y eso tiene un alto precio. ¡Sepa dar y recibir!