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lunes, abril 21, 2025

El poder de la palabra empeñada

Por: Óscar Castro Nazar

Hace muchos años, en mi querida Nacaome, mi abuelo, un prominente médico, político y honorable hombre, el Dr. José Elías Nazar, me enseñó que cuando los hombres de verdad empeñamos la palabra, debemos cumplirla. Don Chepe, como le decíamos de cariño, era un hombre como pocos, de los que hoy Honduras necesita muchos; su determinación para ayudar al prójimo y su entrañable amor por el país y particularmente sus paisanos de la zona sur, le valieron un importante reconocimiento por su trayectoria de honradez y honestidad.

Desde siempre, él creyó que cumplir con lo que se le prometía al pueblo que lo eligió como diputado al Congreso Nacional y que tuviera el honor de formar parte de quienes escribieron nuestra actual Constitución de la República, era no solo una obligación, sino que, además, un verdadero compromiso y privilegio con quienes le eligieron.

Hoy, ante una muy difícil situación social por la pérdida de valores, las nuevas generaciones ya no creen en sus autoridades, quienes hablan y hablan siempre con los típicos discursos genéricos, etéreos y poco pragmáticos, no dan las respuestas concretas a las preguntas de cómo resolverán los problemas del país y giran y giran en una espiral cada vez más compleja y menos creíble. El verdadero compromiso con los menos necesitados es una utopía que se refleja en un largo sueño de incumplimientos constantes que erosionan la fe de quienes confiamos que Honduras se merece algo mejor.

Cumplir con la palabra empeñada, como lo hacían antes de los enredos jurídicos actuales, es decir, estrechando la mano del otro, en la que se establecía un vínculo inquebrantable que había que cumplir sin importar el que, ni el cómo; se construía un nivel de confianza tal que la otra persona sabía que el compromiso adquirido no solo iría bien sino que, además, continuaría reforzando la amistad de largo plazo con quien lo habían pactado aumentando la credibilidad que por algunos años se extendió por generaciones.

Necesitamos más de esos pactos de caballeros, más de esos acuerdos sinceros que tengan como fin hacer cosas concretas que ayuden gradualmente a resolver los problemas del país, a entender de una vez por todas que podemos aprender de todos los errores del pasado para no seguir cometiéndolos, que la gente necesita volver a creer en alguien o algunos que de verdad quieran hacer las cosas bien, en un esfuerzo planificado de largo plazo. No podemos enfrentar los nuevos retos y desafíos que hoy el mundo nos exige, sin que cambiemos nuestra forma de pensar, sentir y actuar, pues bien dicen que no podremos definir para dónde queremos ir, si no sabemos de dónde venimos. Reforzar ahora más que nunca nuestros valores morales, nuestra fe y convicciones, son la base para poder replantearnos nuevas y diferentes formas de construir un futuro mejor para todos.

Tenemos un país rico en todo, solo falta que quienes lo habitamos lo creamos de verdad. Los políticos, deben cumplir sus compromisos con la patria, y como ciudadanos debemos exigir que se cumplan y hacer nuestra parte, desde nuestras trincheras hacer con excelencia todo lo que nos toca. La nueva clase política debe asumir un rol de verdadero cambio, desde un nuevo discurso concreto, claro, aterrizado y bien estructurado, hasta un plan de país de largo plazo inclusivo, transversal y centrado en el beneficio común.

Ya no es tiempo de filosofías arcaicas, pensamientos desfasados o continuar viviendo en recuerdos ruinosos que ya pasaron; ya no podemos continuar destruyendo la confianza en nosotros mismos ni mucho menos, promover el odio por nuestros compatriotas que lo único que hacen es estancarnos o peor aún, nos hacen retroceder. Debemos volver a nuestras raíces de formación y fe, a construir unidad, y tomar decisiones radicales de cambio en nuestro rumbo. Si volvemos a creer en el valor de la palabra empeñada, a creer que podemos trabajar juntos a pesar de nuestras diferencias, a cumplir sin importar como, a tomar en cuenta que las nuevas generaciones están cansadas de los mismo y esperar siempre algo diferente, entonces, y solo entonces, podremos comenzar a construir una ruta distinta que nos lleve a mejores derroteros.

Estamos en un momento crucial de nuestra vida política y social, en medio de tanta confusión e incertidumbre y ante los peores escenarios de incredulidad pública – cada vez la gente cree menos en quienes nos representan y lo demuestra no ejerciendo el sufragio-  es ahora que debemos crear nuevas formas de actuar eliminando esas antiguas ideologías que en su esencia, no evolucionan y hacen que nuestros conciudadanos tengan que huir literalmente del país, pues ven cada vez como están matando nuestra esperanza.

Como dijo el psiquiatra y escritor, el Dr. Viktor Frankl, prisionero de guerra en la segunda guerra mundial, “…nos pueden quitar todo, menos una cosa, la última de las libertades humanas, nuestra actitud ante las circunstancias”; entonces, si nuestras circunstancias actuales no son tan alentadoras, si pareciera que siempre estamos de crisis en crisis, si a veces lo único que nos toca es salir huyendo, es tiempo de que nuestros políticos y nosotros, cambiemos de actitud, creando un mensaje esperanzador para que podamos trascender aun en medio de estas dificultades y recomenzar un nuevo tiempo de progreso y de esperanza que estaremos mejor y mejor.

Creamos entonces en el poder de la palabra empeñada y en todo lo que ello conlleva y nos daremos cuenta del cambio para bien que eso nos traerá a todos.

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