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domingo, abril 20, 2025

El maestro Rosa

Los conflictos por el desarrollo centroamericano acontecen siempre entre progresistas y conservadores. Aquellos proponiendo adelanto y cambios, los segundos obstaculizando pues lo que está en juego es la riqueza material ístmica, por no sumar la laboral: 45 millones de personas que son a diario seducidas para consumir lo que no ocupan. Reportes norteamericanos de salud muestran que 62.5 % de la población de ese bello país sufre sobrepeso o es obesa, a lo que la alienta y adicciona la industria agroalimenticia. Siendo nueve de la noche, los canales de TV empiezan a exponer en pantalla cosas de comer. Obligada visita al refrigerador, adiós la inocencia.

Desde 1871 comenzó en Guatemala una transformación de gustos y materias culturales, no siempre mediante las armas. Los liberales seguidores de Miguel García Granados se habían impuesto sobre el pensamiento conservador y, entre conflictos graves, vencieron a quienes buscaban anexar la patria a México, así como contra quienes pretendían volver al coloniaje español. Había sido Morazán, en 1839, quien inició la revolución libertaria contra Manuel José Arce y sus secuaces cachurecos. Años más tarde, las medidas reformistas del Código Penal, las leyes de divorcio, el matrimonio civil y la libertad de testar convirtieron a Centroamérica en una nación interesantemente moderna, pero la supremacía impositiva de Guatemala ––donde residían las más ambiciosas élites y oligarquías–– impidieron la culminación del sueño, concluyendo todo en 1842 con el fusilamiento del prócer en San José.

Seis años más tarde nace en Tegucigalpa Ramón Rosa (1848-1893). Bachiller en Filosofía por la Universidad de Tegucigalpa, prosiguió al Notariado en la Pontificia San Carlos Borromeo, datos anecdóticos que callan lo importante: su ascenso como ideólogo de la educación liberal en la Guatemala de García Granados, que es preámbulo para su futura experiencia en Honduras, cuando asume con Marco Aurelio Soto (1876) la conducción progresista del Estado.

La política liberal exponía discursos asentados en los principios de la revolución de Francia y el positivismo de Augusto Comte, a saber: la definitiva separación entre Iglesia y Estado; supresión de diezmos y primicias, lo que reducía el poder económico del clero; extinción de las cofradías explotadoras de la conciencia indígena, como de igual forma la instauración del matrimonio civil y secularización de cementerios; creación del registro civil y archivos oficiales; enseñanza laica; escuela primaria gratuita y obligatoria; eliminación de teologías en la universidad. El manejo de hospitales, asilos, cementerios y archivos enriquecía a la Iglesia, que era la mayor terrateniente y casateniente del istmo. O sea: combate profundo a la superstición…

Los liberales de ayer cambiaron cada convento en institutos y escuelas normales, escuelas politécnicas, cárceles para mujeres y varones o cuarteles de policía, conservatorios de música y, o, declamación. ¡La transformación más radical contra la edad media mental de la Centroamérica de entonces, en varios rubros similar a la de hoy!

Este 28 de mayo cumplió Rosa 131 años de su partida terrenal y nadie lo recuerda. La patria es por veces ingrata…

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