El titular no es una sugerencia y menos una exhortación para agredir a nadie, apenas procura ser solo una reflexión, subjetiva por supuesto, sobre el expresidente estadounidense Donald Trump y el aparente magnicidio reciente en su contra.
Con ese contexto, recuerdo la sabiduría campirana con su refrán “por la boca muere el pez”, traducido a que el mentiroso suele serlo hasta que la verdad lo alcanza. No parece ser ese el caso del expresidente Trump, consumado embustero y falsario a quien los teóricos de las conspiraciones no le creen el supuesto atentado de un “nerd” imberbe que, felizmente para el agredido, acabó con un rosón de bala en su oreja, infortunadamente un inocente muerto y dos más heridos.
Que alguien mate o hiera a otro no debe alegrar a nadie, pero ciertamente, hay situaciones predecibles y certezas ineludibles que confirman lo de: “recibes lo que das” o “cosechas lo que siembras” y Trump además de evidenciarse como mentiroso, homofóbico (odio a los homosexuales), infiel, promiscuo con estrellas porno y también abusador sexual, además de racista y xenófobo (odio a los extranjeros) promovió el asalto al Capitolio en un frustrado golpe de Estado en donde presumen ser la democracia más fuerte y perfecta mundo.
Lo ocurrido al exgobernante republicano no solo era posible y hasta predecible sino también fácil en un país en el cual es más fácil comprar armas de guerra que medicinas, y en el que las masacres escolares son frecuentes, al igual que los enajenados u orates que las protagonizan por su afán de 15 segundos de fama.
Que Donald Trump ha sido y es falso y mentiroso no queda la mínima duda, no es nuevo y tampoco es el primero. En su mismo nivel y partido, ya le antecedió Richard Nixon propulsor del escándalo del “Watergate”, Ronald Regan con el “Irán Contras” y George Bush, hijo, con sus mentiras sobre las armas de destrucción masiva en Irak; y en los demócratas, Bill Clinton con la Lewinsky y Barack Obama con su farsa de desaparecer la cárcel en Guantánamo.
Son múltiples las evidencias de la conducta falsaria del candidato republicano, y según importantes medios norteamericanos las más recientes suman al menos 30 solo en el más último debate presidencial con el anciano olvidadizo presidente y candidato demócrata, Joe Biden.
Previamente, los verificadores de hechos del periódico The Washington Post recopilaron datos sobre «afirmaciones falsas o engañosas». Así, desde fines de 2018, en las elecciones de mitad de período, y fines de 2019, durante el inicio de su investigación de juicio político, el Post reportó quince mil 413 afirmaciones falsas o engañosas en mil días, un promedio de aproximadamente 14,6 por día.
En total, desde el 20 de enero de 2017 (cuando tomó posesión) y el 12 de enero del 2021 (el último día del que tiene registro The Washington Post, el expresidente de los Estados Unidos ha contado más de 30 mil mentiras.
La curva de la mentira de Trump dejó de crecer durante su mandato. Un día después de la toma de posesión acumulaba 13 declaraciones falsas o engañosas. A mitad de mandato, la cifra subía a siete mil, que son pocas si se comparan con las que dijo en fechas cercanas a las elecciones, cerca de 29 mil 500 mentiras.
El 2 de noviembre 2020, fue una jornada destacada, según el ‘Washington Post’, que contó 503 declaraciones inexactas, coincidiendo con el cierre de campaña.
Para Donald Trump, la inmigración ha sido su tema estrella con más de 3.000 mentiras sobre ello en cuatro años. También abundan las declaraciones inexactas sobre política exterior o el comercio, y la pandemia del coronavirus también está en ese ránking con más de 2.500 mentiras en solo unos meses.
Algunas declaraciones las ha llegado a repetir más de 400 veces, como que los republicanos han llegado al recorte de impuestos más grande de la historia o que el muro fronterizo con México se estaba construyendo muy rápido.
Quizás por todo ese antecedente es que Maureen Dowd, ganadora del Premio Pulitzer de 1999 en la categoría de comentario distinguido y autora de tres bestsellers del New York Times, y columnista de opinión, llama a Trump “emperador del caos”.
“Él tiene conciencia de sí mismo y una razón para causar estragos. Sabe cómo sentirse culpable y cuándo abandonar el escenario. La malignidad de nuestro monstruo se deriva de la psicopatía narcisista pura, y se niega a abandonar el escenario o cesar su vil mendacidad (falacia, engaño, falsedad). Es puro egoísmo y maldad, al saber que es fácil manipular a las personas en las redes sociales con la Gran Mentira”, recalcó en un artículo para The York Times.
En su ensayo “El abismo estadounidense”, Timothy Snyder, historiador del fascismo y profesor de la cátedra Levin de historia en la Universidad de Yale y autor de historias de atrocidades políticas como “Tierras de sangre” y “Tierra negra”, así como del libro “Sobre la tiranía”, relacionado con el giro de los Estados Unidos hacia el autoritarismo, señala que no es sorprendente que haya crédulos de lo que dice y hace el narciso republicano y más disparatado exmandatario norteamericano.
“Se necesita una gran cantidad de trabajo para educar a los ciudadanos a resistir la poderosa atracción de creer lo que ya creen, o lo que otros a su alrededor creen, o lo que les daría sentido a sus propias decisiones anteriores” arguye.
Añade que Platón advirtió de un riesgo particular sobre los tiranos: que al final se verían rodeados de gente que siempre les dice que sí y de facilitadores; mientras que a Aristóteles le preocupaba que, en una democracia, un demagogo rico y talentoso pudiera dominar fácilmente las mentes de la población.
Los riesgos de que la mayor parte de los estadounidenses vuelvan a poner en la Casa Blanca a Trump ya los conocen ellos y otros también las amenazas cernidas sobre el mundo si es reelecto, muy probable si los demócratas no quitan la candidatura al desmemoriado Biden.
Pero que Donald Trump sea un riesgo latente o una potencial amenaza no le da derecho a nadie para intentar matarlo o rosarlo “ni siquiera con el pétalo de una flor”, pero, si aún con la certeza de que él es un embuste y una farsa lo reeligen es su derecho, después de todo en “pueblo de ciegos el tuerto es rey” y finalmente “el que por su gusto muere, aunque lo entierren parado”.