COMO decíamos ayer –asistidos por la IA– en una atmósfera crispada, de sudorosa angustia, de temores y de zozobra, la declaratoria de resultados electorales del CNE, por unanimidad, en cadena nacional, cayó como bálsamo hidratador de la esperanza perdida.
Un acto de conciliación, que devolvió la calma a una comunidad al borde de sufrir la sacudida de un caótico desenlace y a un país azorado por los fantasmas del conflicto y la desconfianza.
Surtió como antídoto a los “efectos perversos” del fenómeno sociopolítico Pigmalión, donde la percepción colectiva – alimentada por narrativas malignas y teorías de conspiración termina moldeando una realidad fracturada. La paz lograda, sin embargo, es frágil.
Escarbar en las mismas sospechas, ya repetidas hasta la saciedad, amenaza ahondar el hoyo profundo que se cava, para que se los trague a todos. Tomen lecciones de la advertencia bíblica sobre la esposa de Lot (Génesis 19:26), convertida en estatua de sal por volver la vista hacia Sodoma destruida.
“Su transformación no fue un castigo arbitrario, sino una metáfora sobre los riesgos de la nostalgia tóxica y la incapacidad de avanzar. En el contexto electoral, esta analogía urge a no reavivar debates estériles”.
Más aún. La obsesión por fiscalizar lo que no ocupa más esclarecimiento ya que todo mundo sabe lo que pasó –bajo sombras de dudosa imparcialidad– podría rebotar, como pelota lanzada con fuerza a la pared. “Paradójicamente, el efecto Pigmalión”, aquí reinterpretado, actúa como un espejo: al proyectar sobre las consejeras electorales la imagen de “víctimas” de un “acoso político”.
“Se fortalece la percepción de que encarnan la resistencia democrática frente a intereses
ocultos”. Cada embestida les crea la percepción de mártires, elevando su estatura moral y, por extensión, la de las fuerzas opositoras que representan.
De esto hay suficientes ejemplos en la reciente historia política hondureña. (El golpe es uno). Pero como el hombre es el único animal que tropieza dos y más veces en la misma piedra, quién sabe si haya memoria o recuento comparativo de la lección: En otra ocasión, cuando una corriente del oficialismo intentó inhabilitar a un candidato opositor por cuestiones de su discutida nacionalidad, lejos de eliminarlo tuvo más bien el efecto contrario.
Encumbrar la imagen de un opositor resistiendo los caprichos del poder. Si bien este caso difiere en que ninguna de las consejeras ostenta candidatura alguna, las toman como imagen redentora de las fuerzas opositoras (en martirologio involuntario) –en la medida que vaya escalando el conflicto influirá así en la mentalidad colectiva– asociadas al relato de defender la democracia asediada.
(Fabricar mártires; –recapitulación del Sisimite– las consejeras del CNE, “están siendo vistas por amplios sectores ciudadanos como mujeres valientes que sostienen la institucionalidad frente a presiones, fiscalización indebida e interés dirigido”. “Lejos de debilitarlas, cualquier impresión que se forme de persecución las enaltece.
Y ese martirio simbólico –forjado a base de resistencia– termina fortaleciendo las fuerzas
democráticas que representan”. Cualquier arremetida contra las consejeras del CNE o
funcionarios claves del ente electoral, será interpretado como una intención de dinamitar
las elecciones generales.
-Y lo otro –reflexiona Winston– donde “la historia sagrada nos presta su metáfora más elocuente. Lot y su familia huían de Sodoma.
El mandato divino era claro: no volver la vista atrás. Pero su esposa, vencida por la duda o el apego, miró. Y en ese gesto, condenó su presente y su futuro: quedó convertida en estatua de sal.
Una figura inmóvil, mirada petrificada, incapaz de seguir avanzando”. “Así ocurre también en política: quienes se obsesionan con el pasado, con el escándalo repetido y el juicio circular, terminan paralizados, sin visión, sin porvenir”).