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lunes, abril 21, 2025

Cuando Dios llegó al Anáhuac

Por José R. Reyes Ávila
Abogado
España/Centroamérica

El Nuevo Mundo es descubierto por Cristóbal Colón el 12 de octubre de 1492. Esta fecha, hoy se conoce en Iberoamérica como el Día la Hispanidad, que, como en cualquier otra fecha festiva, algunos celebran y otros aborrecen.

En estas tierras, las fiestas y celebraciones siempre tuvieron un sentido completamente diferente para los habitantes del Anáhuac, quienes tenían por mundo la porción de tierra comprendida entre el Océano Pacífico y Océano Atlántico; desde la actual Nicaragua hasta lo que hoy es Utah, en Estados Unidos de América. Era el mundo de los mexicas antes de la conquista. Adelanto esto porque en esta área se desarrollan los eventos que hoy tratamos.

Descubrir estas tierras lejanas trajo todo tipo de experiencias y acontecimientos, tanto para nativos como para conquistadores, pero indudablemente, un evento trascendental es la llegada de “Dios” a un lugar de “gente desnuda que no comía carne y que creía que en los cielos existía un Dios creador” (ese Dios era Quetzalcóatl, evidentemente). Así lo señala Morales Padrón en su libro Teoría y Leyes de la Conquista.

En 1486, unos años antes del descubrimiento, Cristóbal Colón ofreció un proyecto a los Reyes Católicos para crear una nueva ruta hacia las Indias por el Océano Atlántico. En aquel momento, era prioridad la conquista de Granada, pero el proyecto fue cuestionado y demoró. Al final, la reina Isabel concedió apoyo a Colón para su expedición, y dio su beneplácito. Fue así como el 12 de octubre de 1492 las embarcaciones llegan a tierra firme, no al destino deseado, y topan con un continente nuevo, dando inicio a la colonización de América.

En ese mismo año de 1492, el papa Alejandro VI (Alejandro Borgia), mayor autoridad religiosa de Europa, concedió a Isabel de Castilla y Fernando II de Aragón (Reyes Católicos) una serie de ayudas y ventajas para promover el proyecto de conquista y de expansión del reino, liderado por el Almirante Cristóbal Colón.  Como parte de esa ayuda, el papa promulgó cuatro bulas, y convirtió a los Reyes Católicos en los administradores de las posesiones de la Iglesia en las Indias Orientales:

Bula intercaetera, el 3 de mayo de 1493, a efectos de extender la fe católica y a la vez legitimar el viaje de Cristóbal Colon. Asigna a los reyes las tierras descubiertas, excepto aquellas bajo dominio de señores cristianos; era la bendición papal para conquistar e imponer la religión.

Bula eximiae devotionis, promulgada el mismo día que la anterior, favorecía la “propagación del imperio cristiano”, y convierte a los Reyes Católicos en administradores de los bienes de la Iglesia en las Indias Occidentales.

Bula intercaetera, 14 de mayo del mismo año, la novedad más importante que introdujo fue la definición de un meridiano al oeste, del cual todas las tierras «halladas y por hallar» pertenecerían a los Reyes Católicos.

Bula dudum siquidem, de 26 de septiembre del mismo año, limita a los portugueses a no intervenir en los nuevos descubrimientos.

Ya con la bendición papal, los conquistadores llegados al Anáhuac empezaron el proceso de evangelización (en México) a partir del año de 1520, para lo cual se enviaron misioneros franciscanos para inculcar la fe a los hijos de los Tlatoanis Mexicas, y luego al resto de la población.

Los españoles aplicaron una política de doble conquista: la militar, y la espiritual (conversión de los nativos al cristianismo). Estaban autorizados, legitimados y bendecidos para ello.

Todo lo que existía entre cielo y tierra pasó a pertenecer los reyes y a la Iglesia. La Corona y el Vaticano procedieron a ‘patrimonializar’ estas tierras en el nombre de Dios; el Anáhuac cambió de dueño, cambió la percepción de lo divino, cambiaron las deidades, y un nuevo Dios y una nueva fe habían llegado para quedarse.

Junto con los franciscanos y resto de autoridades religiosas, más adelante llegaría una institución conocida como “El Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición de México” que fue establecido en 1571 para ejercer un control ideológico y religioso sobre la población, procurando normas de conducta que regirían la vida en el Anáhuac. Buscaba fortalecer la fe, perseguir herejías, prácticas judaizantes y mantener la unidad religiosa.

El Tribunal del Santo Oficio trajo la práctica de juicios sumarios (juicios inquisitivos), en la que de ser cierta cualquier denuncia anónima por no seguir los mandatos cristianos, podía tener como consecuencia ser quemado en la hoguera. La pena de muerte y la tortura serían utilizadas como mecanismo de control psicológico sobre los acusados. El Tribunal de la Inquisición era una cosa muy seria. Y ¿cuáles eran las amenazas en estas tierras? Entre otras, hay que señalar que el Tribunal perseguía con especial ahínco la herejía, es decir, cualquier creencia que estuviese en desacuerdo con la Iglesia católica. Un abanico indeterminado de supuestos.

Este Tribunal, entre 1571 y 1820, mediante juicios inquisitivos, se encargó de perseguir y castigar la herejía, la apostasía, la hechicería, las supersticiones, la fornicación, la blasfemia, la idolatría, la brujería y la lectura de libros prohibidos, entre otros hechos, considerados delitos en ese entonces; todo para proteger la fe cristiana.

En conclusión, así llegó Dios al Anáhuac, por el binomio corona-religión de la mano, con nuevas creencias para imponer su visión del mundo a los nativos. No hay ninguna duda de que, en estas tierras, hace apenas quinientos años, conocemos a Dios.

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