ME encanta –mensaje de la amiga abogada– ojalá lo lean sacerdotes, especialmente esos doctrinarios que abuuuurren… a chicos y grandes. Aunque a veces cuando van entrados en años son más prácticos y menos tediosos; por lo general los recién ordenados hablan demasiado”. La devota amiga cercana a la iglesia: “Cuanta razón tiene el cierre de hoy. Los sermones eternos que pueden durar 45 minutos, repetitivos y sin mucho fondo, lo que consiguen es perder la atención”. “Hay sacerdotes muy buenos y con buen mensaje, pero a algunos de ellos se les pasa el límite de tiempo sugerido por (el Papa QDEP), diciendo que 8 minutos era lo que la mente absorbe”. “Yo se los he dicho en confesiones y en pláticas. Y sus respuestas no me dejan del todo convencida”.
Alusivo al cierre: (En cierta ocasión –entra el Sisimite– el papa Francisco QDDG, –llamado en las últimas horas a los aposentos divinos por el Padre celestial, un día después del Domingo de Resurrección–, sobre los sermones de 20 y hasta 30 minutos, excitaba a los sacerdotes a limitarlos, “a una idea, un sentimiento, unos 8 minutos; ya que después de ese tiempo lo dicho se desvanece y la prédica comienza a desfallecer”. -Cuánta razón tenía –asiente Winston– sobre todo ahora que la consecuencia de esa adicción hipnótica a esos chunches digitales, es una sobrecarga cognitiva que ha reducido la capacidad de concentración de las personas a una instantánea brevedad. -¿Cuánto toma – vuelve el Sisimite– en leer las pocas líneas de la referencia histórica brindada en este editorial? -Cronometrá el tiempo –sugiere Winston– no tarda ni 4 minutos; aparte que la información es bien interesante, como para que el auditorio no se divague y preste atención. Pero tampoco es ser desconsiderado, y menos grosero para no reconocer que los oficios en el ministerio sagrado son por vocación de servicio al prójimo; que la prédica, como enseñanza de la palabra del Señor, no necesariamente obliga a quien tome ese camino –a la vez demanda toda una vida de entrega espiritual– a que sea un magnífico orador. Hay tantas otras virtudes –solo el ejemplo de amor al Creador basta y sobra– sumado al apoyo espiritual a la feligresía; obras en sus comunidades, ternura en momentos difíciles a los afligidos en sus parroquias, que con creces compensa el aburrimiento en el púlpito. -Si vos fuiste –recuerda el Sisimite– el de la sugerencia. -Pues sí –suspira Winston– reflexionando más en el contenido de la prédica que, con un poco de ingenio y preparación de los sermones, podría ser variada, inspirada en el inmenso caudal de datos extraordinarios que ofrece la teología, para mejor ilustración del creyente común y corriente que profesa la fe). El diputado lector: “La tradición relaciona que la madre de Constantino tuvo un papel protagónico en este proceso del cristianismo perseguido, al cristianismo imperial; histórico y pedagógico el editorial”.
En efecto, la madre del emperador Constantino, Santa Elena, jugó un papel poderoso y profundamente simbólico en el proceso de cristianización del Imperio romano, aunque su influencia fue más bien espiritual, devocional y cultural, y dejó una huella perdurable en el cristianismo”. “Ella se convirtió al cristianismo probablemente antes que su hijo el emperador, y su devoción profunda habría influido en la apertura de este hacia la nueva fe”. No podría afirmarse que “ella fue quien lo “convirtió”, solo que sí fue una figura inspiradora y conmiserativa en su entorno”. “Santa Elena (muestra la IA) –en el año 326 d. C.– viajó a Jerusalén –ya como emperatriz madre– en una peregrinación que tuvo tanto sentido personal como político-religioso”. “Se le atribuye el descubrimiento del madero de la cruz donde fue crucificado Jesús (la Vera Cruz) en el monte Calvario”. “Esta historia, aunque envuelta en la leyenda, fue fundamental para fortalecer el culto a las reliquias”. Durante su estancia en Tierra Santa, “promovió la construcción de importantes basílicas cristianas: La Basílica del Santo Sepulcro en Jerusalén, erigida sobre el lugar de la crucifixión y la tumba de Cristo. La Iglesia de la Natividad en Belén, sobre el sitio tradicional del nacimiento de Jesús. La Iglesia de la Ascensión, en el monte de los Olivos”. (Te cuento –entra el Sisimite– que “fue canonizada como santa tanto por la Iglesia católica como por la ortodoxa”. -Entiendo –agrega Winston– que “su figura se convirtió en modelo de madre cristiana, emperatriz misericordiosa y promotora de la fe”. “Una de las primeras mujeres en tener un culto tan amplio en la cristiandad”. ¿Y no crees –a propósito de la piadosa sugerencia– que todo esto y muchísimo más que hay de historia del cristianismo podría ser incluido en los sermones de las iglesias y de los cultos, para hacerle al prójimo que acude con fe, más ilustrativa su presencia en los oficios religiosos y, de paso, más placentera?).