Por José R. Reyes Ávila
Abogado
El coyol, o cocoyol, es una planta nativa de las Américas cuyo conocimiento se encuentra recogido en la leyenda maya-quiché del Enano de Uxmal. Esta leyenda relata que un día, en el reino de Uxmal, una mujer sin familia ni descendencia conocida, mientras regresaba a su casa de paso por el bosque, encontró un huevo. Lo tomó, lo limpió y lo guardó en su matate. Al llegar a casa lo colocó en un recoveco, y, al pasar los días, del huevo nació un niño, el cual fue adoptado por aquella mujer. Luego de un tiempo, este niño se convirtió en un hombre que jamás creció en estatura, es decir, se quedó enano. Este enano tocaba un tunkul (especie de tambor prehispánico) con un palo, sacando sonidos que llegaron a los oídos del rey.
El rey sabía que los sonidos del tunkul anunciaban “el fin del reino”, tal como rezaba una antigua profecía, y ante tal amenaza, con mucha preocupación, mandó a buscar al autor. La sorpresa fue mayúscula cuando vio que el tunkul era tocado por un enano. No lo podía creer. A fin de determinar quién se quedaría con el reino, sometió al enano a tres pruebas: la primera consistía en pavimentar una calle y unir las ciudades de Uxmal y Kabah en una noche. El enano puso una piedra en el suelo, su madre hizo magia y se unieron las ciudades. En la segunda prueba el enano debía construir la casa más alta de Uxmal. Nuevamente, pidió ayuda a su madre y construyó en una noche, con un poco de magia, “la pirámide del adivino», la más grande de Uxmal. En la tercera prueba tendría que someterse a un duelo a muerte con el rey, utilizando un ramo de coyoles como arma. Ambos buscaron los coyoles, cada uno por su parte. El enano los encontró y fue a donde su madre a pedirle su bendición. Ella, con mucho amor, le frotó la frente con una tortilla y pidió a los dioses por él; y el enano partió al duelo. Ya en el lugar acordado, el rey lanzó un primer golpe, un “coyolazo” a la cara del enano. Este ni se inmutó. Respondió al ataque con un golpe fulminante, liquidando al rey de Uxmal y convirtiéndose en el nuevo rey.
La leyenda relatada es parte de la cosmovisión del árbol de coyol, conocido desde México hasta Brasil. Es una variedad autóctona, explotada hace más de 3,000 años y proveedora de “vino de coyol”, que no es otra cosa que la savia del árbol, la cual se degusta sorbida del tronco con pajas de caña una vez que este es cortado, derribado y perforado.
En México esta bebida es conocida como “taberna”, muy consumida en los estados de Guerrero y Quintana Roo. No solo el “vino” se aprovecha del árbol, también las raíces son utilizadas en infusión para contrarrestar los efectos de la diabetes, al igual que el aceite de la planta, el cual es muy valorado en cosmética para la elaboración de cremas. En la Sierra Madre de Chiapas, la taberna es muy consumida, y se le atribuyen propiedades medicinales en la cura de úlceras y gastritis; dicen que “cura todo”. De hecho, hay relatos populares de época de pandemia donde se afirma que mucha gente salvó su vida gracias al consumo de taberna. Relatos hay en todas partes. En el estado de Oaxaca es una bebida tradicional para el Día de Muertos, y señalan los lugareños que la extracción de la savia de la planta requiere de mucha tranquilidad, cariño y amor para que ésta no se vuelva atolito; en caso contrario, se vuelve amarga y es difícil curarla. El fruto de esta genial palmera se prepara en dulce, y del fruto seco se extrae una semilla en forma de coco que se tritura y se machaca con panela, resultando una pasta oscura que, al agregarla al maíz molido, se obtiene el pozol de maíz, bebida prehispánica llena de tradición y cultura.
El Gobierno de Brasil hace unos años proyectó que el árbol de coyol estuviese a disposición de la industria energética para producir biodiésel, pero la iniciativa no prosperó.
Hoy se habla de que el coyol es el nuevo oro verde por sus múltiples usos. Esta planta lleva desde “la noche de los tiempos” entre nosotros, y un gran porcentaje de la población desconoce su existencia, así como sus implicaciones culturales y socioeconómicas. El coyol es un proyecto que vino del pasado prehispánico al presente. Lo mismo sucede con el chocolate, la vainilla y el chile; seguimos descubriendo las propiedades organolépticas, culinarias y comerciales de estos frutos ancestrales. Todo está por hacer con ellas, y el coyol no es la excepción.
Actualmente, el coyol es visto como una planta polivalente con usos comerciales, gastronómicos e industriales, y se puede concluir con que se desconoce en gran medida su historia ancestral. Después de más de tres mil años, este árbol continúa entre nosotros, habita en el bosque y la mayor parte del tiempo pasa desapercibido, esperando un guiño para ser parte de la vida diaria de la gastronomía, el comercio y cultura general. Esperemos que un tunkul suene en algún lugar del bosque y le imprima vida al coyol, y podamos catar la bebida milenaria regalada por los ancestros, y aprovechar sus derivados.