En Honduras, la tradición de los fuegos pirotécnicos remonta a la colonización española, ellos trajeron esta costumbre a América.
Originalmente se atribuye a los chinos la creación de este tipo de artefactos, tan populares en Latinoamérica.
Cuando un hondureño pasa su primera Navidad y fin de año en un país desarrollado, se siente algo “triste” porque no escucha el ruido de los cohetes,
morteros, volcanes, metralladoras y la gran variedad que se producen y venden en nuestro país.
Cada vez los hondureños estamos más conscientes de los riesgos que conlleva el uso de la pólvora, especialmente para los niños y niñas, que sufren quemaduras, amputaciones y heridas emocionales por causa de la manipulación de la pólvora.
Ningún menor debería pasar por ese trauma, pero según reportes de Centro Hondureño para el Niño Quemado (CEHNIQ), es precisamente en esta bella época de Navidad y fin de año cuando más incidentes ocurren.
Para contrarrestar esta situación, se desarrolla anualmente una campaña “Con la pólvora no se juega”, liderada por el CEHNIQ.
Como indican sus creadores, esta campaña busca concienciar a la población, especialmente a los padres y cuidadores, sobre el peligro real que representan los productos pirotécnicos, y promover un cambio cultural que privilegie la seguridad de los niños y niñas sobre las tradiciones.
Quizás no se pueda lograr llegar a cero números de casos, pero sí se puede lograr un menor número de incidentes cada año.
El mensaje de la campaña es claro, es un llamado urgente para frenar el uso irresponsable de la pólvora, estos incidentes son totalmente prevenibles.
Hay un aspecto que debemos reconocer como sociedad: la mayoría de quienes producen estos artefactos son pequeños emprendedores que en muchos casos operan en la informalidad, encontrando en este negocio su principal sustento económico.
Por eso, culpar exclusivamente a los productores de pirotecnia sería no comprender las diversas aristas del problema.
Estoy de acuerdo en que los productos pirotécnicos, al igual que el alcohol, los cigarrillos y las drogas nunca deberían estar al alcance de los menores.
Mientras las industrias del alcohol y el tabaco son grandes corporaciones con licencias de operación, muchos fabricantes de cohetes trabajan en la informalidad, lo que dificulta la regulación de sus actividades y la forma en que comercializan sus productos.
Esto se evidencia en la facilidad con la que aún se pueden adquirir estos artefactos explosivos en pulperías (pequeñas tiendas) y sin ningún tipo de restricción
Los padres de familia tienen una gran cuota de responsabilidad. En lugar de supervisar a los menores, algunos adultos prefieren dedicarse a consumir bebidas alcohólicas o realizar otras actividades, dejando a los niños en libertad para manipular pólvora sin control ni
precaución.
La campaña para prevenir el uso de pólvora debe trascender más de la época navideña. Es imprescindible integrarla en el sistema educativo desde la etapa preescolar, para que niños, niñas y jóvenes crezcan con una conciencia clara sobre los riesgos asociados a su uso
Solo a través de la educación y un cambio cultural sostenido podremos construir una sociedad donde la celebración no ponga en peligro vidas.
“Con la pólvora no se juega” no es solo un lema; es un llamado urgente a toda la sociedad para proteger a la niñez hondureña y evitar que una celebración se convierta en una tragedia.