Pues, ¿cómo le cuento? El chucho de la casa, ese amigo fiel del hogar, parte del mismo, el que cuidamos y alimentamos, y él, a cambio, nos brinda amor y seguridad, ¡nos cuida a todos allí, fíjese! Nadie entra sin su aprobación, ni quiera Dios, el que entre a lo loco ¡se lo come! Pues ayer le tocó baño al bendito Firuláis, como todo buen chucho, no crea que se emociona mucho, pero eso son cosas de perro ¿vaa?
Entre enjabonada y restregada, volándole ojo a ver si salía una que otra garrapata, pues me puse a pensar. Bañar el perro no es tan diferente a lo que esperamos en esta tierra, antes que me siga viendo como si ya boté algún tornillo por ahí, le explico, imagínese este país como la casa, con todos los que vivimos aquí, ahora, el chucho, ese amigo fiel, el que está allí para cuidarnos, no dejar que nada malo pase a la casa y a nosotros, el que vela por nuestra tranquilidad, como el gobierno, pues bañar el chucho es obvio ¿verdad?
Usted lo baña cada mes mínimo, ya cuando lo ve chuco, cuando lo siente apestoso, cuando sabe que está cundido de garrapatas y quién sabe qué otros bichos, eso para mejora la salud y no solo la limpieza del animalito, para que sea más sano y hasta oloroso por un ratito, para que sea fuerte y siga con nosotros ¡y junto a nosotros! Pues, eso es precisamente lo que deberíamos hacer aquí, cuando la hediondez, la suciedad pútrida de la corrupción, de la política chueca, de las transas y robos descarados, el nepotismo reine, todo esto viéndolo como garrapatas hinchadas de hartarse del abuso y sufrimiento nuestro, cebadas de poder y dinero a costa de chuparlo de nuestro sacrificio, pues, toca bañar el perro, sin miedo y por necesidad, casi por obligación.
No le llevemos miedo, peguémosle una buena lavada al animalito, hasta con creolina si quiere, la cosa es sanearlo, que sea otra vez lo que esperamos de él, un perro fiel que nos ayude a todos en el hogar, a estar mejor y más seguros, tal como el Gobierno, que para eso lo pusimos, no importa lo que se queje en el proceso, no importa si nos gruñe mientras lo enjabonamos, que se mueva y nos salpique o que se vuelva a enlodar restregándose en la inmundicia de la corrupción y el egoísmo, lavémoslo bien y con seguridad, sin miedo, enseñándole que, aunque él se crea lo contrario, está en el hogar para ayudarnos, por eso lo cobijamos y alimentamos y que somos nosotros los que mandamos y no él. Por eso, compa, aprendamos a bañar el perro, sin miedo y con seguridad, aunque nos ladre o quiera morder, porque al final, ¡el bien es para todos!