Ayer, mi hijo, riéndose y sorprendido, me contó que a mi papá lo había mordido un ratón.
¿Cómo es eso?, le contesté, obviamente entre extrañado y asustado, y él, muy risueño me dijo que mi papá, señor de más de 90 años, había tratado de liberar el animalito de una trampa y trató de agarrarlo de la cola para sacarlo del lugar, obvio, por muy lince que sea uno, si es un lince mayor de noventa años, los reflejos no son tan rápidos y el ratón siendo ratón y además adolorido pues sólo se le ocurrió morderlo, aunque quisieran ayudarlo. ¡Papa!, me dijo mi hijo, eso no es nada, el abuelo siempre guarda un poquito del desayuno o de lo que coma y en platito le pone a que coman unas lagartijas, ni siquiera gekos, si no lagartijas, me dijo en guasa.
Yo, sorprendido lo admito, en vez de reírme, le comento compa, sentí una tristeza grande, muy grande. No me mal interprete, mi papá, a pesar de su edad, aún está muy lúcido, lo que hace es pensado, créame, no me reí porque lo conozco y sé quién es él y lo que ha tratado de enseñarnos mientras ha caminado en esta tierra, respeto al prójimo, hacer el bien siempre que se pueda aún cuando nadie lo observa, respetar a los demás y temerle a Dios. Eso siempre nos ha querido enseñar cincelando en el alma de sus hijos, o sea yo y mis dos hermanas. La causa de mi tristeza es que lo que no debería de sorprender, no debería de ser causa de risa, sino un acto de lo más normal, como dar los buenos días o entrar a una casa descubriéndose la cabeza como muestra de respeto, no lo he podido transmitir a mis hijos, o sea sus nietos, La risa de mi hijo solo es la prueba que he fallado, ahora vivimos en una sociedad donde “el gran dios Yo” impera ante los demás, donde el Olimpo de este dios, son otros más, la avaricia, el egoísmo como sus hijos y la ignorancia como madre que aún los amamanta para que sean mayores. Por eso la tristeza que se rían, cuando un hombre de otro tiempo, con valores que cada día se van en el éter, como el suave olor de un perfume que ya no está, les dé de comer a unos animalitos desvalidos. Ya no se piensa en los demás, ahora solo lo mezquino reina, por eso me dio esa tristeza tirando a vacío, saber que todo está cambiando, que ya nada es lo mismo y que lamentablemente vamos para abajo, porque para atrás seríamos mejores, creo yo. Cuando le expliqué mi silencio, por qué no lo respaldé en su risa, mi hijo, lo admito, me vio con una mirada de vergüenza y a modo de excusa solo me dijo “no lo había visto de esa forma, fijate”.
Por eso creo que es importante, los que ya somos viejos, los que ya días tenemos canas y nos truenan los huesos, no solo recordar sino enseñar a los que están llegando, enseñar que la vida no es lo que se ve en el internet, en las redes sociales o en las pelis, la vida son valores, es respeto y temor a Dios, por eso, compa, cada vez que pueda, saque un platito chiquito y póngale un poquito de comida y lleve los güirros a que alimenten las lagartijas o tal vez los gekos, para que ellos en su vida también lo vean normal ¡y no se rían de quienes lo hacen!05