Es difícil «cerrar los ojos» ante tantos actos de violencia en Honduras. Perder la vida de manera natural es algo para lo que nacimos, pero ver tanto crimen, en cárceles, en las calles, residenciales, barrios, colonias, panaderías, restaurantes, centros nocturnos, billares, en fin, en todas partes, no es algo que debemos normalizar. Está bien indignarse y pedir al nuevo Gobierno que actúe profesionalmente. Los congresistas y funcionarios que tienen más información que el resto de la población, deben perder el miedo y denunciar lo que está pasando, responder por qué el mal siempre va ganando en nuestro país.
La impotencia se apodera de nuestra sociedad, porque la corrupción y la colusión trabajan de la mano. He creado un microrrelato en colaboración con el ChatGPT (inteligencia artificial), para que cualquier persona pueda comprender lo que pasa en nuestro país y especialmente para que los más jóvenes tomen conciencia y abran su mente, para hacer cosas buenas por el bien común.
Había una vez un país ficticio llamado “Corruptiohn”, una valiente mujer llamada Alicia fue víctima de un asalto mientras caminaba por su barrio al mediodía. Después de recuperarse del ‘shock’ inicial, decidió poner una denuncia en una posta policial que quedaba a un kilómetro de su casa. Para su sorpresa y desilusión, al presentarse en la estación policial, descubrió que el asaltante era en realidad un oficial de policía. Quedó impactada por la ironía de la situación, ya que confiaba en que esta institución la protegería. Decidida a buscar justicia, Alicia acudió a la Fiscalía para presentar su caso. Sin embargo, cuando llegó allí, descubrió que la señora fiscal a cargo del caso era amiga cercana del asaltante. La desesperanza comenzó a apoderarse de ella mientras reflexionaba sobre cómo los “contactos” podían influir en la imparcialidad y la búsqueda de la verdad.
No obstante, Alicia decidió no rendirse y perseverar. Avanzó hacia el tribunal para presentar su caso ante el juez. Sin embargo, antes de llegar al juzgado, decidió tomarse un breve descanso en un café cercano. Mientras disfrutaba de un té frío con bastante hielo -hacía mucho calor y no había electricidad por los “apagones”- Alicia observó con incredulidad cómo el asaltante, el juez, la fiscal, una diputada, un general y un periodista, se encontraban en la misma mesa -estaban otras personas que no se podían distinguir porque se cubrían el rostro-, riendo y conversando amigablemente. La indignación se apoderó de ella al ver cómo el sistema parecía estar protegiendo y encubriendo a quienes cometían actos ilícitos.
Decidí no ponerle un final feliz a este relato, tampoco cerrar con un mensaje de esperanza como me sugirió el ChatGPT. La intención es ser empáticos con la situación que atraviesa Alicia, una madre soltera, empleada de maquila, que vive el lado más oscuro de “Corruptiohn” y sueña con irse en una caravana en busca del sueño americano, cuando reciba las prestaciones de la fábrica donde trabaja, ya que cierran por la inseguridad jurídica, entre otras cosas, que atraviesa el país.
Volviendo a Honduras, dejando a “Corruptiohn” como una analogía que nos permite comprender de mejor manera la realidad que viven millones de hondureños dentro de este territorio.
Nuevamente, vuelven con las restricciones a las garantías constitucionales, los “toques de queda”. ¿Por qué perjudicar a la mayoría por no detener a los hechores? Parece “misión imposible”. Cuando se limitan las libertades individuales y se debilita el Estado de Derecho, esto genera incertidumbre y desconfianza tanto en los ciudadanos como en los inversores extranjeros. La falta de confianza puede llevar a una disminución de la inversión y del consumo interno, lo que a su vez puede afectar el crecimiento económico y la generación de empleo.
No estamos en guerra, pero tampoco estamos en paz, según datos del Índice de Paz Global (2022), Honduras se considera peligroso, ocupa la posición 117 de 163 países. El llamado es para quienes, teniendo la potestad de enfrentar las causas de la pobreza y la desigualdad, busquen soluciones reales, no cortinas de humo para distraer a la población.