Honduras. Desde hace más de seis décadas, cada Semana Santa las calles de Honduras se transforman en lienzos multicolores donde el arte, la fe y la tradición se entrelazan en las famosas alfombras de aserrín, una expresión cultural que sigue viva en el corazón de miles de hondureños.
Esta tradición se remonta a 1963, cuando la salvadoreña Miriam Mejía de Zapata elaboró la primera alfombra frente a la Catedral de la Inmaculada Concepción en Comayagua, para celebrar el nombramiento del obispo Bernardino Mazarella.
Desde entonces, lo que comenzó como un gesto de devoción se ha convertido en uno de los principales símbolos del fervor católico en el país.
Hoy en día, este arte efímero —que dura apenas unas horas— reúne a comunidades enteras, desde familias hasta grupos parroquiales y artistas, quienes dedican semanas de preparación para recolectar, teñir y diseñar el aserrín que dará forma a las majestuosas alfombras.
Aunque Comayagua es reconocida como la capital del turismo religioso en Honduras y cuna de esta tradición, otras ciudades y pueblos como Copán, Danlí, El Paraíso, Juticalpa, Gracias, Santa Bárbara, e incluso zonas turísticas como el Parque Juan Laínez y Santa Lucía, han adoptado y adaptado esta expresión artística.
En Tegucigalpa, la emblemática avenida Cristóbal Colón luce una extensa alfombra de 600 metros lineales, fruto del trabajo de unas 500 personas entre feligreses, artistas y personal de la alcaldía.
Según Javier Portillo, gerente de turismo del Distrito Central, los preparativos comenzaron hace tres meses, aunque la etapa final —la colocación del aserrín— se realiza en apenas 24 horas.
Las alfombras no solo son obras visuales impresionantes, también son un vehículo de fe: representan escenas de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo, aunque algunas también adoptan formas más abstractas con profundo sentido religioso.
Cada alfombra es elaborada para ser pisada por la procesión del Santo Entierro, una característica que les da su valor simbólico y efímero.
En Comayagua, este año se elaboraron unas 60 alfombras que adornaron el centro histórico. El alcalde Carlos Miranda reafirmó el orgullo de la ciudad como referente del turismo religioso nacional, destacando que miles de visitantes nacionales e internacionales llegan cada año para presenciar esta muestra única de arte y devoción.
Las alfombras de aserrín hondureñas han trascendido fronteras, habiéndose exhibido en eventos culturales en Panamá (2020) y Estados Unidos (2011), consolidándose como un emblema cultural del país.
En cada grano de aserrín teñido, en cada diseño y figura plasmada, se revive la fe católica del pueblo hondureño, que a través del arte mantiene viva una tradición que, aunque fugaz, deja una huella imborrable en el corazón de quienes la crean y la admiran.