Esta es una palabra compuesta propia de la abundancia del idioma español, que en estos asuntos del lenguaje podría rivalizar con la lengua alemana. Pareciera de nuevo cuño. Pero en realidad se viene utilizando en los estudios agrícolas desde la mitad de la década del ochenta del siglo veinte. O quizás desde un poco antes.
Lo que acontece es que en la llamada era del “Antropoceno” en que los hombres marcan fuertemente sus huellas constructivas y destructivas sobre la naturaleza, las viejas palabras son reutilizadas y cargadas de nuevos significados, como por ejemplo “equilibrio ecológico” y “nicho ecológico”, al grado de trasplantarlas a terrenos ajenos a los medioambientalistas como el de “ecología financiera”. Sin embargo, “agroecología”, además de ser una palabra compuesta, es un término técnico que concierne a los expertos en agricultura, cuyos saberes debieran ser transferidos a los pequeños productores agrícolas, especialmente de las zonas tropicales y subtropicales de América Latina.
Agroecología se relaciona con los niveles climáticos, la intensidad de la luz solar y la calidad de los suelos en cada subregión, que los técnicos pueden identificar con relativa facilidad pero que son conocimientos ajenos ante los ojos de nuestros campesinos. Un ejemplo contundente de esto es que en las cumbres y laderas de ciertos ramales de la sierra de “Celaque” en el occidente de Honduras, los pobladores siembran maíz, cuyas matas apenas crecen un metro de altura, produciendo unas mazorcas pequeñitas y una sola cosecha al año, lo cual además de fatigoso es improductivo.
Aparte de realizar un estudio estratigráfico de las propiedades químicas de los suelos de “Celaque” y de sus microclimas respectivos, lo aconsejable sería sembrar papas tal como ha venido ocurriendo en las zonas heladas de Suramérica. O bien cultivar otros alimentos apropiados.
Los expertos saben que la caña de azúcar debe ser cultivada en zonas bajas y calientes como el valle de Sula y las planicies costeras de Choluteca. Sería improductivo y absurdo cultivar caña de azúcar en subregiones altas y heladas. Algo análogo sucede con las plantaciones de arroz, cuyos sembradíos son propicios en las zonas bajas, incluso pantanosas, en tanto que este cereal requiere de mucha agua, o humedad, para volverse productivo.
Honduras cuenta, desde hace muchas décadas, con las mejores escuelas agrícolas con nivel universitario de alcance latinoamericano. No sabemos si sus enseñanzas han subido o han bajado de calidad técnica. Lo que sí sabemos, hasta ahora, es que muchos egresados de esos centros de educación superior prefieren conseguir empleos en las ciudades que desplazarse hacia las zonas rurales a poner en práctica sus conocimientos. Ellos tienen capacidad, por lo menos en teoría, de volver altamente rentable una media manzana de terreno utilizando la técnica de riego por goteo.
Tal experimento exitoso fue observado en la aldea “Las Casitas”, jurisdicción del municipio de Güinope, puesto en práctica por un muchacho peruano egresado de la Universidad Agrícola de “El Zamorano”.
Ignoramos en qué momentos e abandonó la asistencia técnica a los pequeños y medianos productores agrícolas de Honduras. O si acaso la misma se ha renovado. En todo caso se requiere que los conocimientos que se obtienen en las aulas mediante el expediente de las becas, sean transferidos a los productores hondureños con el auxilio del Instituto Nacional Agrario y otras instituciones interesadas en sacar a Honduras de sus reiterados atascaderos económicos, especialmente en las esferas de la agroexportación moderna.